12.12.14

El tren de medio día

Poster from the motion picture Highnoon
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La cinta High Noon, de Alfred Zinnemann sugiere varias hipótesis para nuestro escenario. Por ejemplo, si usáramos la figura del sheriff como metáfora del ‘Estado’, el sheriff mexicano sería todo lo contrario al personaje interpretado por Gary Cooper.

El cine western contiene valiosas lecciones para la coyuntura mexicana. En el contexto específico del viejo oeste americano, el género retrata algunos problemas que hoy nos aquejan: la debilidad del Estado y las instituciones, el costo de la incivilidad y la barbarie, la necesidad de héroes al margen de la ley, etcétera. En el western se libra una clásica batalla moral donde la justicia es el valor supremo. Referiré una obra maestra que, aunada a su excepcional cinematografía, es de particular interés para México en estos momentos.

En High Noon de Alfred Zinnemann (1952), Gary Cooper protagoniza a un sheriff viejo y débil que, tras casarse con una bella joven (Grace Kelly), decide retirarse. Después de la boda y a punto de la luna de miel, le informan que un criminal a quien había encarcelado hace muchos años ha sido liberado y que, sediento de venganza, se dirige hacia el pueblo con sus pistoleros en el tren de mediodía. A pesar del cansancio y con diligencia en mano para su anhelado retiro, el sheriff prefiere enfrentar a los maleantes que dejar a su pueblo desprotegido. A la hora señalada, sin embargo, la edad y el agotamiento lo obligan a pedir ayuda… pero el pueblo, sumido en la cobardía, se esconde. Solo pero con un gran sentido de justicia, el sheriff enfrenta y vence a los criminales.

Nuestro sheriff –el Estado mexicano– carece de resolución heroica.

La cinta sugiere varias hipótesis para nuestro escenario. Por ejemplo, si usáramos la figura del sheriff como metáfora del “Estado”, el sheriff mexicano sería todo lo contrario a Cooper. De entrada, el bandido –en contraste con el prólogo de la película– jamás habría pisado la cárcel. Más aún, es difícil imaginar a nuestro sheriff haciendo frente a unos pistoleros en nombre de la justicia, particularmente en vísperas de una luna de miel; es más: posiblemente –y la tragedia de Iguala es un claro ejemplo de ello– una parte del sheriff se hubiera asociado con los criminales. Y lo peor: aun si tuviese la voluntad de enfrentarlos, seguramente le faltarían recursos por cuenta de tanta pachanga y actos de corrupción. Así, nuestro sheriff –el Estado mexicano– carece de resolución heroica porque no entiende, como Cooper, que la protección de su pueblo no sólo es imperativa, sino un ideal per se.

Del otro lado, hay que decirlo, el pueblo tampoco es el mismo. Acá, además de abandonar al sheriff, más de uno se iría en su contra. En la secuela de Iguala, por ejemplo, se criminalizó simbólicamente al Presidente, al Procurador, a la policía, y a otras instituciones, mientras se desvaneció la retórica contra los verdaderos enemigos (los pistoleros del tren). Si bien nuestro sheriff  fue cobarde y omiso, tacharlo de adversario es cínico e irresponsable. La solución es reformarlo, no lanzarnos contra él. Con esto no me refiero –espero no se malentienda– a las recientes muestras de descontento social, exigencias legitimas que podrían mejorar al sheriff…sino a aquellos insidiosos que lo quieren matar: grupos golpistas, la izquierda corresponsable del crimen en Iguala, periodistas mentirosos, etcétera. Y aunque, como Gary Cooper, el sheriff deba protegernos apoyémosle o no, le será muy difícil si algunos cínicos fortalecen tácitamente al enemigo. El pueblo debe, sin renunciar a la crítica, mantener su objetividad.

Si la ficción de la película es casi perfecta, el drama real en México es al revés: un sheriff apático, cobarde, y en ocasiones hasta cómplice; grupos que confunden interesadamente al enemigo y se vuelcan contra el sheriff; y lo más importante: un enemigo que llegó en el tren de mediodía para quedarse. Si queremos revertir una tragedia en la que ganan los malos, debemos superar a la película con una fórmula suprema de contrato social: sheriff y pueblo trabajando juntos en aras de la armonía y la civilidad.

 

 

*Este artículo se publicó el 12 de diciembre del 2014 en Animal Político: Liga