20.05.16

Vicios de élite

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Las élites de los países modernos son (un poco más) virtuosas porque de lo contrario no podrían ser élites: el pueblo, a través de sus mecanismos representativos, las removería. Ése es la legado del siglo dieciocho, que aquí nunca llegó.

Hija de la premodernidad, la élite mexicana es poco ilustrada. Desde ahí, profesa una serie de trastornos muy notorios: la displicencia hacia lo público, el énfasis en la desigualdad y los privilegios de cuna, la extracción de rentas, la incultura, etc. Es una posición conservadora cuyo corolario es un pueblo siempre receloso de sus dirigentes.  
Es ya casi un axioma histórico que a México no llegó propiamente el siglo dieciocho, esa época que comúnmente llamamos Ilustración o Siglo de las Luces, origen de la democracia liberal. Tras dos siglos de monarquía religiosa, nos faltó ese momento revolucionario en el que se eliminaron los privilegios a favor de una ley universal, es decir, aplicable a todos. Sucedió en Francia, Estados Unidos, Inglaterra (que no derrocó a su monarquía, pero sí la limitó) y todos los países que llamamos modernos, es decir, que superaron sus estamentos medievales.
La condición premoderna engendra élites que sienten no deberle nada al pueblo
Aquí el liberalismo llegó muy tarde –hasta el siglo diecinueve– y rápidamente se vició: aunque sus principales promotores, como Juárez, quitaron efectivamente los privilegios a los grupos de poder coloniales –sobre todo a la Iglesia–, no se los quitaron a ellos mismos; usaron la ley de manera discrecional y selectiva: Juárez encarceló y mató enemigos, ignoró a los congresos, enriqueció a sus amigos, etc. No es fortuito que nos haya heredado una dictadura de 34 años (el porfiriato), seguida por otra de 71 (el PRI hegemónico): cada una, desde arriba, con su propia versión de la ley.
La élite, cierto, no siempre ha sido la misma. Se podría decir que ha cambiado de raíz cuatro veces: cuando llegaron los españoles; trescientos cincuenta años después, en la Reforma; a inicios del siglo veinte, en la Revolución; y en el cambio de siglo con la caída del sistema corporativo. Sin embargo, no ha cambiado lo más importante: el privilegio que el pedestal asegura. Han cambiado (más o menos) las personas, pero poco lo han hecho las estructuras. De modo que la élite en México nunca ha estado realmente acotada – nótese su eterna impunidad.
Bueno, esa condición premoderna engendra élites que sienten no deberle nada al pueblo. Por tres razones muy sencillas. Primero, porque no fueron realmente elegidas por él. Más bien, o nacieron privilegiadas o se asociaron con los privilegiados (algunos de ellos desde hace décadas o incluso siglos), de forma que no sólo no se consideran parte del pueblo sino que asumen su privilegio como una fatalidad. Segundo, porque no tienen a quien responderle, nadie que los pueda mover de ahí cuando son cuestionados, y menos un sistema legal que no los precede, sino al contrario: es precedido por ellos; y tercero, porque no fueron educados en el alto arte de gobernar, sino en el bajo vicio de perpetuarse – no se entienden como servidores, sino como merecedores.  
Con esa inconciencia del deber, sobra preguntarse: ¿por qué el cuarto heredero de una familia allegada al poder desde hace 90 años habría de preocuparse por cultivar las virtudes republicanas? ¿Por qué le interesaría cuidar la polis o educar a generaciones que lo pudieran desplazar? Si la élite mexicana es tan durable y conservadora, si los instrumentos para vigilarla son tan infructuosos, ¿por qué le interesaría fomentar una meritocracia donde los privilegios de cuna no tuviesen cabida? En pocas palabras, ¿por qué querría suicidarse?

Las élites de los países modernos son (un poco más) virtuosas porque de lo contrario no podrían ser élites: el pueblo, a través de sus mecanismos representativos, las removería. Ése es la legado del siglo dieciocho, que aquí nunca llegó. Ahora bien, es perfectamente válido preguntarse por qué el pueblo mexicano no ha logrado construir esos mecanismos representativos por sí mismo.
* Este artículo se publicó el 20 de mayo del 2016 en Animal Político: Liga