07.04.23

Trampa-22

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El falso dilema del 24

El régimen obradorista ha cancelado retóricamente la posibilidad de perder en 2024. El presidente ha repetido que la continuidad está asegurada y que, haga lo que haga, la oposición no tiene posibilidades. Para ello tiene dos opciones: ganar legítimamente –es decir, que el electorado verdaderamente le dé más votos–; o perder y desconocer los resultados. Ambos escenarios son consistentes con la biografía política de López Obrador, quien nunca ha reconocido una derrota.

Se trata de un dilema tipo Trampa-22, en el que la única solución a un problema es negada por el mismo problema y donde todas las rutas llevan al mismo desenlace: la permanencia del régimen obradorista independientemente del resultado electoral. Si la retórica se concreta en los hechos y desde el poder se cancela la posibilidad de alternancia, estaríamos frente a la muerte prematura de la democracia mexicana. No está tan claro que el régimen tenga la fuerza política necesaria para desconocer el resultado y salirse con la suya, lo cual no significa que no lo vaya a intentar, metiendo al sistema en una seria crisis constitucional y democrática.

Por ello, hay quien piensa que lo mejor es que gane Morena legítimamente para que el régimen no tenga ni siquiera la mínima tentación de alegar fraude, reventar las elecciones, destruir al árbitro y hasta inmiscuir al Ejército. El cálculo está fincado en algunos supuestos razonables. Primero, que el sucesor ya no tendría el mismo poder ni respaldo popular que López Obrador. Segundo, que probablemente no tenga mayoría legislativa y acaso haya perdido la Ciudad de México o buena parte de ella, así como otras metrópolis y estados importantes. Y, finalmente, que cargaría con la crisis fiscal heredada en este sexenio. Todo ello le restaría margen de acción para destruir la democracia, abriendo la oportunidad a la alternancia en 2030.

Hay quien piensa que lo mejor es que gane Morena legítimamente para que el régimen no tenga ni siquiera la mínima tentación.

Esa ruta quizá sea mejor que la tentación autoritaria, pero peca de ingenuidad. Por un lado, no toma en cuenta que el régimen se empezaría a enquistar en el poder mediante clientelas electorales y programas sociales focalizados, tal cual lo ha hecho en la Ciudad de México desde 1997. Después, que otro sexenio le permitiría afinar y reducir buena parte de la incompetencia e ineptitud del primero, no para gobernar mejor sino para terminar de aceitar la maquinaria antidemocrática, de corrupción, de captura institucional y de nepotismo. Y, por último, supone que López Obrador ya no estaría detrás, agitando a su base con la amenaza permanente de incendiar la pradera si la perpetuación del régimen languidece. 

No. Que nadie caiga en la trampa. Lo mejor para le democracia es la alternancia inmediata. La oposición tiene que ganar simplemente para garantizar que siga habiendo juego. Posteriormente todos tendremos que defender el resultado. Otro sexenio obradorista, aunque fuera legítimo, sería letal.

*Este artículo se publicó el 7 de abril del 2023 en Etcétera: Liga