18.11.22

Pepe, padre fundador

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Woldenberg: emblema de la democracia mexicana.

Tuve la fortuna de escuchar a 20 metros de distancia las poderosas palabras de Pepe Woldenberg en la histórica marcha para defender al INE y la democracia contra el autoritarismo presidencial. “Estamos aquí reunidos con un solo objetivo claro y trascendente”, dijo con su tono templado, “defender la democracia de México.”

Para quienes vivimos la transición democrática, Pepe Woldenberg es un padre fundador. Tal vez la mística heroica no sea una categoría analítica, no ayude a entender con objetividad científica los procesos históricos, las luchas de poder real, los afanes humanos. Pero esa no es su función. La función del padre fundador es simbolizar valores. Y Pepe Woldenberg, como emblema de la transición, simboliza aquella naciente resistencia, la valentía ciudadana frente al poder abusivo, la libertad en un país con doscientos años de autoritarismo.

Para quienes vivimos la transición democrática, Pepe Woldenberg es un padre fundador.

Digo que él es “emblema”, porque fue una lucha de miles de voluntades desconocidas. De hecho, conociendo su trayectoria académica, esa sobriedad institucional, ese “tono templado” al que me refería, probablemente quien menos quisiera constituirse como padre fundador es él. Así lo dijo en la marcha: “Esta democracia se construyó con el trabajo de millones, de varias generaciones de mexicanos y mexicanas.” Pero justamente por esa renuncia al protagonismo en un país de caudillos, es que encarna una virtud tan esporádica.  

Alguien dijo que ésta había sido la primera marcha en la historia de México para defender una institución. Yo ensalzo a una persona. Porque no son excluyentes. Las instituciones no operan solas. Por mejor diseñadas que estén, por más reglas y mecanismos impersonales que tengan –algunos precisamente para blindarlas de malos administradores temporales–, al final requieren de personas que cumplan y hagan cumplir esas reglas. Me imagino que en aquellos primeros años del IFE recién nacido, tan vulnerable, hubiera sido muy fácil para Woldenberg caer en la cobardía y la corrupción en que tantos otros caen. Ahí queda otra vez el ejemplo como valor fundacional. Hemos visto exactamente lo contrario en el obradorismo: cómo uno tras otro ceden a la voluntad del monarca, con honrosas excepciones. En esa ecuación moral, la antítesis de Woldenberg sería el ministro Zaldívar, por ejemplo, entre tantos otros.

Woldenberg es socialdemócrata, pero como pluralista reconocerá un valor del conservadurismo: la gratitud, sin la cual nada se conserva; porque un pueblo ingrato, un pueblo que olvida el legado de sus padres, es presa fácil de la destrucción. A Woldenberg le tocó abrir el camino, fue fundador; a nosotros nos toca conservarlo. Ello pasa por darle las gracias a él y a los millones de valientes desconocidos que representa.

*Este artículo se publicó el 18 de noviembre del 2022 en Etcétera: Liga