31.07.13

Medios y crimen: la estrategia de Peña Nieto

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Ya todos sabemos que en materia de seguridad y combate al crimen organizado, el gobierno de Peña Nieto prefiere estar lejos de los medios de comunicación. Contrario al gobierno de Felipe Calderón ­–cuya explícita guerra ocupaba gran parte de la agenda mediática­–, el de Peña Nieto se mantiene al margen.

 Exceptuando la reciente captura del Z-40 –operación que ameritaba cierta difusión–, ya no se alardean arrestos; no se enseñan mansiones, coches o descabezados; no hay protagonismo de funcionarios ni criminales; hay pocas declaraciones extra-oficiales de particulares y, sobre todo, la comunicación del gobierno parece estrictamente institucional.

La crítica de la oposición se reduce a que todo es un engaño: un elaborado maquillaje que pretende esconder cifras, blindar al gobierno ante la crítica, desorientar a la opinión pública o, incluso, colocar un telón detrás del cual se pueda negociar con los criminales; pero que en realidad, el crimen sigue igual o peor.

Con ánimo de resolver la disputa, entrevisté a varios especialistas en materia de seguridad pública y combate al crimen organizado, para saber las ventajas y desventajas que presupone la estrategia de comunicación del nuevo gobierno.

Hay consenso entre los expertos de que la nueva forma de comunicación es superior a la anterior.

Entrevisté al Dr. Samuel González Ruiz, ex-asesor interregional para asuntos de justicia penal de la Oficina de Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito; a Pablo Vázquez Camacho, maestro en Criminal Justice Policy de la London School of Economics; y a Oscar Becerra, maestro en Estudios de Terrorismo de St. Andrews University, miembro del Colectivo de Análisis de la Seguridad con Democracia y articulista de la revista especializada Jane’s Intelligence Review.

Aunque algunas críticas de la oposición –las menos cínicas– tienen cabida, por ejemplo, que en términos democráticos es preferible una opinión pública informada que vigile y retroalimente al gobierno, o que nunca se debe ceñir la transparencia o violar la libertad de expresión, hay consenso entre los expertos de que la nueva forma de comunicación es superior a la anterior y tiene ciertas ventajas.

Primero que nada, porque es marcadamente institucional. Esto quiere decir que es emitida por las instituciones del Estado y no a través de eufemismos de funcionarios caricaturizados. Comunicar que el Estado es el que ejerce la seguridad nacional –y no personajes específicos cuya guerra parece casi personal– no sólo regresa al Estado el carácter jurídico-institucional que le corresponde, sino que lo dota de un elemento muy importante en el combate al crimen: capacidad disuasiva, es decir, proyección de fuerza.

En este sentido, es positivo que no se use a los medios como palenque tropical para un festín de dimes y diretes. Si hay algo que comunicar, que lo hagan las instituciones. Mientras la Marina, un cuerpo del Estado, captura al Z-40, el Presidente está presentando un plan sexenal de inversión en infraestructura y no exhibiendo casi personalmente al criminal como trofeo de cacería.

En segundo lugar, la ventaja más obvia es que, como ya lo indican las últimas encuestas, la percepción de inseguridad entre la gente disminuye. De acuerdo con la 12 Encuesta Nacional sobre la Percepción de Inseguridad Ciudadana en México, 27 por ciento de los mexicanos considera que la seguridad ha mejorado, lo que representa un avance de 10 por ciento respecto al 19 por ciento registrado en octubre de 2012.

No obstante, que la gente se sienta más segura, no necesariamente se traduce en menos crimen; pero sí disminuye el impacto psicológico de la violencia sobre el tejido social, lo cual ya es ganancia. Además, si la gente se siente más segura, te apoya, y si te apoya, aumenta la participación ciudadana, el ánimo de denuncia y la cooperación con las autoridades; todo, otra vez, en beneficio de la capacidad disuasiva del Estado: proyectar fuerza.

Una tercera ventaja de la nueva estrategia es que se reduce el uso político de los medios de comunicación, por lo menos en su calidad de intermediarios. El uso unilateral y empecinado de los medios desinformaba más que la no-información y le quitaba un espacio de retroalimentación a la ciudadanía. Si se utilizan los medios como agentes de diálogo entre gobierno y sociedad, es importante mantenerlos libres de política. Sólo así, la ciudadanía adquiere la confianza necesaria para participar y comunicar sus propias demandas. Por eso es importante una comunicación institucional, externa, no protagonista.

Finalmente, aunque suena un poco oportunista, es importante preservar la imagen de México ante el mundo. Durante el sexenio pasado, el protagonismo del crimen en los medios no sólo tuvo un impacto negativo en el turismo –en el que caímos tres lugares según la Organización Mundial del Turismo–, sino también en múltiples formas de inversión, desde la inmobiliaria y la comercial, hasta la extranjera directa, como lo advirtió muchas veces el American Chamber of Commerce.

Ahora, guardando toda proporción, es prudente evitar celebraciones. En términos reales, no sabemos si esta estrategia tendrá o no un efecto positivo sobre lo más importante –vencer al crimen y acabar con la violencia. Las ventajas que menciono arriba son inútiles si no se traducen en una paz real, tangible. Por el momento, según los informes de junio del Observatorio Nacional Ciudadano y el Sistema Nacional de Seguridad Pública, desde que entró Peña Nieto han disminuido el homicidio (22%) y la extorsión (8%), pero ha subido el secuestro (16%)  y el robo con violencia (3%). Eso prueba que la conexión entre las variables –medios y crimen– no necesariamente es directa.

Además, siempre está el riesgo de caer en el oscurantismo. Comunicar institucionalmente, despersonalizar la estrategia o apartarla del foco mediático, no quiere decir dejar de informar. Ahí es donde la sociedad civil –observatorios ciudadanos, ONGs, centros de estudios y periodistas– deben evaluar al gobierno en diversos temas, desde derechos humanos y transparencia, hasta rendición de cuentas y uso de recursos públicos. Una cosa no quita la otra.

Aún es temprano y nada está escrito, esperemos un poco más, sólo es válido decir que se respiran nuevos aires… ojalá no tengan smog.

*Este artículo se publicó el 27 de julio del 2013 en ADNPolítico: Liga