29.10.13

Máscaras mexicanas en el espectro político

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Los políticos hoy se mueven más por intereses efímeros que por principios filosóficos, morales e incluso políticos.

 La izquierda conservadora

En el actual ambiente reformista, es notorio el cinismo con el que algunos sectores reaccionarios se autodenominan “de izquierda” cuando en realidad son todo lo contrario: ultra-conservadores que profesan la permanencia del estatus quo o, incluso, el regreso al pasado.

Si Andrés Manuel López Obrador, por ejemplo, fuera un fenómeno europeo, sus ideas prohibicionistas, xenófobas y caudillistas, desvelarían a un personaje peligrosamente conservador; si además mencionáramos su reciente acercamiento al panismo calderonista para oponerse a la reforma fiscal de Peña, no quedaría duda; sin embargo, gracias al contexto tropical, el caudillo aparenta ser auténticamente de izquierda.

Es evidente la hipocresía ideológica de algunos actores políticos.

Pero como ya nadie toma en serio al Sr. López, pongamos un ejemplo más formal aunque quizá más confuso dados los apelativos que injustamente adornan su reputación: el Ingeniero Cárdenas, líder “moral” de la “izquierda”.

El Ingeniero Cárdenas, querido lector, no es de izquierda. Es un ultra-conservador cuya empecinada defensa del petróleo se nutre de las ideas más anacrónicas del siglo pasado; más anacrónicas que incluso las de su padre, a quien el Presidente Peña Nieto irónicamente tuvo que aludir para exhibir el conservadurismo del hijo.

Supongo que con el Ingeniero Cárdenas hay de tres sopas: o verdaderamente está convencido que con un poco de regulación el país más cerrado del mundo en materia energética puede avanzar; o en el fondo sabe que la apertura es necesaria y, como Sigmund Freud, se niega a cambiar de opinión por miedo a parecer pusilánime; o, la más probable, calcula que oponiéndose puede cosechar beneficios políticos. En cualquiera de las tres se esconde una fuerte convicción conservadora.

Otro grupo inmerso en posturas extrañas son los estudiantes, sobre todo en las universidades públicas, donde circula un torrente irreflexivo de filosofías anacrónicas que ya todo el mundo quisiera olvidar. Si uno va a la UNAM, por ejemplo, son inevitables los panfletos, sermones, carteles y demás propaganda risible que se nutre de íconos infames como Mao, Lenin, Fidel o Perón, para oponerse a las reformas. Bueno, posturas que ya ni siquiera pueden ubicarse en el espectro político moderno.

Pero para ser justos, la izquierda no es la única que confunde a los ciudadanos…

 

La derecha clasemediera

También es ofensivo el cinismo con el que algunos sectores de derecha, uniéndose a grupos reaccionarios de izquierda o utilizando términos de su tradición, como “lucha de clases”, se oponen tercamente a las reformas.

Como lo señaló Ricardo Raphael en su artículo ¿Quién Pertenece a la Clase Media?, no es justo que “quienes gozan de una circunstancia obvia de superioridad económica, corran a colocarse como parte de la clase media.” Aunque la definición de clase media es ambigua, debe dudarse de quienes “utilizando definiciones alevosas de clase, pretenden eludir su compromiso hacendario.” La oportuna auto-inclusión de grupos empresariales, organizaciones civiles y actores políticos a la “clase media” es un auténtico engaño discursivo.

Por otro lado, la oposición de la derecha al déficit fiscal de 4.1% propuesto por Hacienda para el próximo año es pura hipocresía. Varios economistas como Alejandro Villagómez y Macario Schettino, que no son precisamente de izquierda, han demostrado cómo el gobierno anterior tuvo, desde 2009, un déficit promedio anual de 4.2% del PIB, nomás que disfrazado en las cuentas. Es cómico entonces, que antiguos promotores de ese déficit como Ernesto Cordero, comparen a Peña con Echeverría alegando que se avecina un regreso a los 70s.

Pero la cereza del pastel, estará usted de acuerdo, es Josefina Vázquez Mota oponiéndose a la reforma energética. Qué barbaridad. Eso es como cuando Andrés Manuel, en su reciente acercamiento a la derecha calderonista, se opuso al seguro de desempleo y a la pensión universal, propuestas originalmente suyas. O como ver juntos al Senador Bartlett y al Ingeniero Cárdenas.

Y tampoco excluyamos al presidente. Hoy parece liberal y reformista, pero no se nos olvide que su partido, específicamente su grupo, obstaculizó durante doce años reformas que ahora él propone. Las cúpulas dentro del Pacto por México por lo menos han tenido la voluntad de negociar, cosa que el PRI no hizo durante la importante transición democrática. Su intransigencia, sumada a la ineptitud del PAN y el delirio del PRD, estancaron a México casi tres lustros.

Ahora bien, muchos dicen que el espectro político hoy es irrelevante, que no es más que una clasificación superflua y anacrónica basada en quién sabe qué normas de la asamblea francesa del siglo XIX. ¿Qué más da si el Ingeniero Cárdenas es o no de izquierda? ¿Qué más da si Josefina es o no de derecha? Intentar situarlos en el eje izquierda-derecha sólo complica las cosas, como ocurre actualmente.

Sí, nadie niega la necesidad de una clasificación nueva y más adecuada; sin embargo, la actual es efectiva en tanto que pone en evidencia la hipocresía ideológica de algunos actores políticos, demostrando que se mueven más por intereses efímeros que por principios filosóficos, morales e incluso políticos. No estoy pidiendo rigidez y mucho menos ideológica, eso sí sería fanatismo; simplemente acuso a aquellos oportunistas que, con falsedades retóricas, engañan a sus electores.

*Este artículo se publicó en El Financiero, el 29 de octubre del 2013: Liga