02.12.22

Manual de escape

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Cuándo hacer las maletas.

He dicho aquí que afortunadamente los obradoristas no son alemanes ni rusos porque quién sabe dónde estaríamos. Y digo afortunadamente entre comillas, porque la imbecilidad y la incompetencia no sólo dejan sus embarraditas de pipián en comunicados de Hacienda; también le dan en toda la madre al Seguro Popular, por ejemplo, o evaporan 500 mil millones de pesos al año en Pemex.

Pero aun si fueran rusos o alemanes, he dicho también que el autoritarismo occidental del siglo XXI ya no será de gulags ni campos de detención. Esperar eso para sonar las alarmas sería conceder un amplio margen de maniobra. Incluso, la ruta venezolana se ve remota porque ni el Licenciado tiene el dinero que tenía Chávez ni la sociedad mexicana es la venezolana.

Sin embargo, mucha gente me pregunta constantemente si esto se va a poner como para huir del país. Ven las fotos del Licenciado deificado por las multitudes en su marcha, las cotejan con análogas de Kim Jong Un y, naturalmente, se asustan. Pero saben que estas transformaciones son paulatinas, como caldos cocinados a fuego lento. No son golpes revolucionarios que indican con toda claridad la hora de hacer las maletas. Acá la degradación es poquito a poco, aunque el Licenciado tenga prisa y la destrucción ya sea considerable.

Mucha gente me pregunta constantemente si esto se va a poner como para huir del país.

Tal vez todo esto termine en una docena trágica cutre y bastante administrable para los tamaños de México. Ya hemos digerido –aunque permanezcan los estragos– a prominentes patriotas de la talla de Santa Anna, Echeverría y López Portillo. Tal vez Obrador termine siendo un bachecito de callejón y ya. Pero tal vez no. Tal vez termine siendo como una coladera maloliente por la que caen dos niñas camino a un concierto. Para irle midiendo, me parece que hay tres pitazos inconfundibles que señalan la huida.

Uno sería la intervención total del Internet. Ya sabemos que nos espían y vigilan y que escuchan nuestras notas de voz. También que tienen granjas de epigmenios digitales para linchar opositores. Todo eso es capoteable (que no admisible). Me refiero a un asimiento ya más serio tipo Egipto o Filipinas donde los navegadores de antemano te ocultan el universo y ni siquiera sabes que no sabes. Por el momento es improbable dado que el obradorismo prefiere el trapiche a las computadoras. Sin embargo, no sobra advertirlo, pues ya han intentado iniciativas tenebrosas para controlar el ciberespacio que, con la excusa de “regular” la violencia, pretendían darle las llaves de las redes sociales al gobierno.

Otro es más obvio y está a la vuelta de la esquina. La captura, destrucción, obradorización o lo que sea que le hagan al INE. Si algo debió de quedar bien claro en las últimas semanas es que el INE no se toca. Si perdemos al árbitro, perdemos la democracia. En esa línea, una señal clara sería que desconocieran los resultados en 2024 alegando fraude, y a ver quién los saca. En cualquier caso, si no desea usted ser mártir, puede comprar su boleto.

Otro, creo, es la deslealtad democrática del Ejército llegado el hipotético truene de chicharrones electorales en los pantalones del Licenciado. Si el Ejército deja de ser republicano, es decir, deja de serle leal al pueblo de México y consiente el atraco electoral, vaya usted cotizando su terrenito en Guatemala.

Ahí están, a mi juicio, las tres señales para huir. Digo, para usted. Este columnista no piensa irse en ningún caso ni dejar la bandera en manos de bartletts y macedonios.

*Este artículo se publicó el 2 de diciembre del 2022 en Etcétera: Liga