30.08.20

Los mustios: facilitadores del régimen.

Compartir:
Tamaño de texto

¿Acaso los mustios pueden ejercer resistencia burocrática?

Los hombres “moderados” del régimen salen de la sombra de vez en cuando. A veces condenan con avisada tibieza ésta o aquella destrucción, éste o aquel ataque del presidente y del régimen al que sirven. La semana pasada dieron buena muestra, cuando se puso en el banquillo medieval a periódicos y organizaciones de la sociedad civil como Animal Político y Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad por “participar en campañas financiadas desde el extranjero contra el Tren Maya”. Como es habitual, no faltó el mustio colaboracionista disfrazado de hombre razonable poniendo su rebelde tuit en desacuerdo. ¡Hombre, qué valientes! Al día siguiente, regresaron a servir otra vez a la destrucción y cobrar por ello. Desaprueban arbolitos aquí y allá públicamente, pero veneran el bosque.

Pero la diatriba no es contra ellos, que ya han demostrado su hipocresía, sino contra los ingenuos que les aplauden, lavándoles la cara de paso, creyendo que el disenso al interior existe, sin darse cuenta que es una ilusión de pluralismo. Por supuesto que en tiempos de normalidad democrática es deseable tender puentes con los grupúsculos más sensatos de un gobierno para hacer avanzar un consenso (eso, a mis ojos, fue el Pacto por México), pero nadie en su sano juicio puede creer que estamos en normalidad democrática. Estamos frente a un régimen destructivo con filias autoritarias. ¿Acaso ellos, los mustios, frenarán esas fuerzas? Desde luego que no, precisamente porque su esporádico y tímido disentimiento se disipa en su prolongado patrocinio.

De hecho, pueden ser más nocivos. Los hardliners, por un lado, y payasos, por el otro, son demasiado obvios, fácilmente discernibles. No preocupan tanto Noroña ni Ackerman, Batres ni Bartlett. Al revés: son agentes tóxicos en perjuicio del régimen. Preocupan más los templados, los académicos de renombre, los artistas-propagandistas y técnicos que le han prestado una textura admisible a la demagogia y han normalizado la destrucción institucional. Sin ellos López Obrador no hubiera podido disfrazarse de demócrata. No tendría aún máscaras de mesura.

¿Buscan un disidente? Carlos Urzúa, quien sin duda causó daño, pero ha sido equivalente su expiación. O en el caso de Estados Unidos, The Lincoln Project: republicanos antitrumpistas que apoyan al opositor. Sí, ya están afuera y no pueden resistir desde adentro. Pero es que nadie puede. Si pudieran, serían removidos de todas formas. El presidente manda como monarca, a cambio de lealtad y sometimiento. Por eso a ellos sólo les quedan los ocasionales tuits, consuelo de tontos. Son, así, moderados en apariencia, caras grises del mismo régimen. ¿Caras mejores? Tal vez menos peores, ¿pero hemos de conformarnos con eso? ¿Hemos de aceptar sólo un poquito de despotismo? Porque incluso si asistiéramos a una lucha descarnada entre grupos, de la cual los moderados saliesen victoriosos con nuestro apoyo, ello sólo garantizaría la continuidad del mismo régimen. Morena gobernaría, así, muchos años, igual que su progenitor, el PRI hegemónico, que simulaba pluralismo para extender su legitimidad.

*Este artículo se publicó el 30 de agosto del 2020 en la revista Etcétera: Liga.