28.09.14

Leviatán en problemas

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Hoy una trinidad de fuerzas amenaza al Estado y al mismo tiempo se alimenta de su debilidad: la plutocracia, el crimen organizado y la yihad islámica.

Una de las discusiones más obligadas hoy –especialmente en el marco de la Asamblea General de la ONU– es cómo enfrentar la supuesta decadencia del Estado moderno. Los líderes occidentales temen que el Estado ya no tenga el poder que tenía antes y cada vez sea más difícil garantizar la estabilidad mundial.

El avance de tres fenómenos globales es, al mismo tiempo, causa y efecto de dicho agotamiento. Se trata de una trinidad de fuerzas que, por un lado amenaza al Estado, y por otro se alimenta de su debilidad: la plutocracia, el crimen organizado y la yihad islámica.

Estas amenazas son exitosas porque operan a través de redes.

En la edición de agosto de The American Interest Magazine, los académicos Nils Gilman y Niall Ferguson publicaron dos artículos titulados La doble insurgencia y Redes y jerarquías respectivamente, en los que reúnen varias hipótesis sobre este desgaste (aunque el pionero fue quizá Robert Kaplan en 1994 con su artículo para The Atlantic titulado La anarquía que se avecina).

En la sugerente portada de la revista, dos manos sin rostro asaltan al clásico Leviatán de Thomas Hobbes. La mano izquierda le pone una pistola en la cabeza mientras la derecha le quita su dinero – de ahí el título de Gilman La doble insurgencia.

La mano con pistola representa al crimen organizado internacional: narcotraficantes, armamentistas, hackers, anarquistas, piratas y diversas mafias que aprovechan las fallas sistémicas de las instituciones gubernamentales para construir sus imperios impunemente.

La otra mano representa a la plutocracia global: magnates, grandes trasnacionales, especuladores bursátiles, banqueros y abogados fiscalistas que eluden sus obligaciones tradicionales a través de una red internacional de paraísos fiscales, apalancamientos financieros y cabildeos políticos (el famoso lobbying).

La tercera amenaza, que no se menciona en los artículos pero es imprescindible, es la yihad islámica, o “fascismo con cara musulmana”, como la llamaba Christopher Hitchens. Grupos terroristas no-estatales como ISIS, Khorasan, Al-Nusra y facciones de Al-Qaeda cuyo objetivo quimérico es derrocar al Estado para instaurar un califato universal.

La tesis de Ferguson es un poco más compleja. Plantea que estas amenazas son exitosas porque operan a través de redes –networks– muy efectivas, mientras que el Estado lo hace a través de una rígida y anticuada jerarquía vertical. Y así como las redes –el Internet y otros sistemas– están sustituyendo la producción industrial, así los plutócratas, criminales y terroristas están ocupando los vacíos que deja el Estado. Es una cuestión de alcance: las redes son versátiles y dinámicas, el Estado es estático e ineficaz. Las redes llegan a donde el Estado no puede: desde la sierra de Sinaloa en México o la provincia de Kandahar en Afganistán, hasta los nuevos algoritmos financieros de Wall Street y el siniestro dark Internet.

México no es la excepción. Si bien la yihad islámica no es una amenaza directa, sería imposible ignorar las otras dos. Por un lado, el crimen organizado desempeña funciones propias del Estado: desde el cobro de impuestos y la provisión de servicios públicos, hasta el ejercicio de la violencia y el control territorial. Por otro, los plutócratas nacionales –sindicatos, empresarios monopólicos, centrales campesinas, entre otros– que irónicamente se crearon desde el Estado, ahora lo desafían para seguir extrayendo riquezas al resto de la población.

He aquí, entonces, la tarea primordial del Estado mexicano en el s. XXI, su raison d’être: derrotar a estos enemigos. Pero si los países más sólidos están siendo rebasados, cómo le hará México con tanto plutócrata y tanto criminal, o peor aún, la mezcla de ambos dentro del mismo Estado.

*Este artículo se publicó el 27 de septiembre del 2014 en CNN: Liga