10.03.23

Leña a la hoguera

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Incendiarios de ambos lados de la frontera

La hipocresía de Estados Unidos en temas de seguridad y narcotráfico es fastidiosa por desfachatada. En su cuento, los criminales mexicanos envenenan a sus jóvenes y destruyen comunidades. Allá no hay narcotráfico: quién sabe cómo llegan millones de dosis de la frontera a todo el territorio. Tampoco hay tráfico de armas de alto poder hacia México. Si no se gana la guerra contra las drogas es por culpa de la corrupción de personajes como García Luna o Salvador Cienfuegos. Nada tiene que ver la prohibición, ni su adicción a los opioides, ni las querellas burocráticas del establishment de seguridad estadounidense. El problema es México.

Conforme se aproximan las elecciones del 2024 en Estados Unidos, fabricar un enemigo público se vuelve electoralmente rentable y la hipocresía crece. Es más redituable insistir en la culpabilidad de México que abrir la caja de pandora y hacerse responsables. Los percances coyunturales como la condena a García Luna o el reciente secuestro y asesinato de ciudadanos estadounidenses en Matamoros, alimentan la saña y legitiman los extremos: desde designar a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas hasta la locura de una intervención militar.

Fabricar un enemigo público se vuelve electoralmente rentable y la hipocresía crece.

El presidente mexicano, que si de algo sabe es de marrullería canchera, acusa inmediatamente de recibido en su conferencia mañanera: “¿Por qué Estados Unidos no atiende a sus jóvenes? ¿Por qué se venden drogas? ¿Por qué se comercializan armas de alto poder como si se tratara de cualquier mercancía? Vamos poniendo las cosas en claro, no nos vamos a quedar callados como antes”. Uno pensaría que se trata de una denuncia sensata y necesaria a aquella hipocresía. López Obrador defiende la soberanía y retóricamente acusa –con una pizca de verdad– al otro lado de simulación.

El problema es que el aparente envalentonamiento también es electoralmente rentable acá, donde también habrá elecciones en 2024. Nada le conviene más a López Obrador que el extremismo estadounidense que le ayudará a llenar el Zócalo con sus arengas contra el masiosare y a ocultar la debilidad de nuestro gobierno y su permisividad con los criminales, lo cual nos ha dejado vulnerables como individuos y ahora también como Estado soberano. Del otro lado, nada le conviene más a los incendiarios estadounidenses que la reticencia nacionalista de López Obrador. En el fondo son dos bloques políticos retroalimentándose mutuamente, ambos usando al otro para esconder sus omisiones y ganar electoralmente de ello. La cosa es que los extremismos, para volverse creíbles, habitualmente tienen que pasar del dicho al hecho.

*Se publicó el 10 de marzo del 2023 en Etcétera: Liga