04.03.15

La Tuta

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La difusión masiva de su cacería fue decisiva para ganar otro tipo de batalla: la simbólica.

La parafernalia mediática con la que Servando Gómez, La Tuta, desafió pública y campechanamente al Estado mexicano, le dio un tono épico a la llamada “guerra contra el narco”. El líder de los Caballeros Templarios aprovechó sofisticadas herramientas de comunicación para divulgar su causa perdida… convirtiéndose así en un nuevo tipo de criminal: un actor en la arena del espectáculo. Ahí, en el firmamento de los medios de comunicación, los dos polos morales de esta historia –Estado y crimen– libraron una de sus batallas.

La Tuta utilizó videos, redes sociales, blogs y programas de radio para lanzar una peculiar afrenta contra el Estado y otros enemigos. Entendía de protagonismos y los usó para moralizar su lucha. En el estrado de criminal, estaba convencido de su legitimidad y, a juzgar por sus mensajes públicos, asumió su condición de villano; era consciente de su maldad y la consideró una vía válida.

Entendía de protagonismos y los usó para moralizar su lucha.

Los primeros mensajes que La Tuta dirigió al gobierno aparecieron en 2009, en pleno calderonismo, cuando la guerra contra el crimen acaparaba los medios nacionales. A Calderón le gustaban los juegos persecutorios con narrativas maniqueas… y desde el principio se puso la mesa para un combate mediatizado. Así trascurrió el resto de esa administración: La Tuta de un lado, el gobierno del otro, el ciudadano como espectador.

El sucesor –Peña Nieto– avisó que el rumbo sería distinto… la relación con los medios en el combate al crimen sería discreta y casi subrepticia. Pero la evasiva a los reflectores no duró mucho. Más temprano que tarde, una crisis justo en Michoacán dejó al Presidente sin salida. A mediados de 2013 y tras el asesinato del vicealmirante Carlos Miguel Salazar Ramonet, Peña Nieto tuvo que reconocer públicamente que había zonas enteras en Michoacán –particularmente Tierra Caliente– gobernadas por Los Caballeros Templarios y otras organizaciones criminales. Antes de terminar ese año, las autodefensas se habían levantado en armas contra Los Caballeros; el gobierno de Peña Nieto se encontraba involuntariamente inmerso en una “calderonización” mediática.

En la medida en que la sociedad michoacana se polarizó, los mensajes de La Tuta continuaron haciendo ruido. En un video de 2013, por ejemplo, el líder Templario advirtió que el cártel Jalisco Nueva Generación era el benefactor de las autodefensas…pero el gobierno federal desmintió tarde y confundió peligrosamente a la opinión pública. En otras ocasiones, La Tuta emitió mensajes en pro de organizaciones radicales (que no necesariamente criminales), quizá para darle un matiz ideológico a su disidencia criminal. Y no pocos lo siguieron: cómo olvidar aquel video de La Tuta regalando dinero a las multitudes de un pueblo que parecía adorarlo.

Sin embargo y para todo criminal, el fin nunca está lejos. En la recta final, acorralado en la sierra, los mensajes de La Tuta –algunos de corte apocalíptico– indicaban cierta paranoia; si en un principio la lentitud del gobierno le dio al Caballero su momento mediático, al final fue éste el que delató su debilidad. La Tuta parecía saber su destino.

Desde luego que la batalla material contra La Tuta se dio en el terreno… en los valles, selvas, montañas, acantilados y cuevas que hacen de Tierra Caliente una región especialmente difícil. El operativo para capturarlo duró dos años y, dentro de los esfuerzos de recomposición de Michoacán, fue uno arduo y tortuoso. Sin embargo, la difusión masiva de su cacería fue decisiva para ganar otro tipo de batalla: la simbólica. El valor de este triunfo quizá no radique en una ecuación moral entre buenos y malos, sino en la capacidad disuasiva del Estado… la proyección de su fuerza. El Estado venció a La Tuta ahí… frente a todos.

*Este artículo se publicó en CNN el 3 de marzo del 2015: Liga