17.01.17

La posmentira

Fuente: NYC Photo Journeys (https://nycphotojourneys.com/unique-shows-in-nyc/)
Compartir:
Tamaño de texto

Breve apunte sobre la posverdad en México.

La mentira siempre ha sido artefacto de la política. Jesús advirtió que Pilato no lo entendería porque era político, un hombre de praxis, no “de verdades” objetivas. Pilato se lavó las manos frente al pueblo antes que interceder por un justo porque así convenía a su gubernatura – fue práctico. Lo mismo propusieron Václav Havel, quien equiparó a la política con el teatro, y George Orwell, quien apuntó que “el lenguaje político está diseñado para que las mentiras suenen verdaderas y el asesinato respetable, para dar una apariencia de consistencia al puro viento.”

Mentira y política son indisolubles. El poder, por su naturaleza expansiva, se sirve de la mentira… y la razón es muy sencilla: la verdad lo contendría. Por eso Walter Lippman pensaba que la tarea más alta del periodista es “decir la verdad y deshonrar al diablo.” Asimismo, la política no es moral; los políticos no son ni pueden ser líderes morales, sino empresarios del poder, y como cualquier empresario, el objetivo es maximizar ganancias.

México puede ir en el sentido opuesto, porque aquí nunca se contuvo la mentira en primer lugar.

Sin embargo, a medida que el Estado moderno fue sujeto a escrutinio desde las revoluciones liberales, los ciudadanos comenzaron a exigir cierta responsabilidad. Y eso incluyó una mayor dosis de verdad: se establecieron instituciones –constituciones, prensa, congresos, academia– para vigilar la mentira. De la mano de la crítica, el debate, el periodismo y la ley, los países avanzados comenzaron a producir clases políticas un poco más honestas, por así decirlo. La mentira se volvió escandalosa. Eso no quiere decir que haya desaparecido, sólo que se empezó a castigar, de forma que los políticos se cuidaron más (y también se volvieron mejores simuladores).

Hoy parece que ese proceso histórico no sólo se detuvo sino se revirtió. El periodista David Roberts la bautizó era de la “posverdad”, una cultura política donde los ciudadanos prefieren –casi voluntariamente– las apelaciones mentirosas a la emoción, es decir, la mentira manifiesta, al discurso (aunque también simulado) de hechos y cifras más o menos comprobables o medibles. Los adalides de la posverdad son por supuesto los neopopulistas: Trump, Farage, Iglesias, Le Pen, Tsipras, etc., cuyo discurso es abiertamente mentiroso, pues les vale triunfos electorales. Mediante una transformación en los valores de la ética pública –asistida según algunas hipótesis por las redes sociales, que refuerzan las supersticiones personales y colectivas– la mentira se volvió deseable.

Habrá que ver cómo se desenvuelve este fenómeno en México. Sostengo que México puede ir en el sentido opuesto, porque aquí nunca se contuvo la mentira en primer lugar. Siempre hemos sido gobernados por regímenes abiertamente mentirosos, sobre todo el último longevo, el de la Revolución, que, para recordar a Usigli, era una “gesticulación” de pies a cabeza. Ese proceso de escrutinio que vivieron los países modernos, donde la honestidad se volvió un atributo deseable para la clase política, aquí apenas se asoma.

No obstante, la mentira en México no sólo es política. “Es una de nuestras formas de conducta habituales”, escribió Octavio Paz. “La mentira posee una importancia decisiva en nuestra vida cotidiana, en la política, el amor, la amistad […] Con ella no pretendemos nada más engañar a los demás, sino a nosotros mismos.”

En este sentido, el político mexicano realmente revolucionario hoy –en contraste con los neopopulistas del primer mundo– sería uno que dijera más verdades que mentiras. Sólo necesita un electorado que lo acoja. Si eso ocurre, es decir, si se alinean un político honesto y un electorado ávido de honestidad, México entraría a la era de la “posmentira” por primera vez en su historia. El riesgo, desde luego, es que un político astuto simule honestidad pero en el fondo sea el más mentiroso; y que un electorado ingenuo, agraviado por tanta mentira, se la compre. Entonces regresaría el populismo a México, una mentira recurrente.

*Este artículo se publicó el 17 de enero del 2017 en Animal Político: Liga