02.10.20

La metástasis demagógica.

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Los sueños de restauración son obstinados y siempre encuentran quien les dé oxígeno.

La demagogia es extenuante. Hay semanas particularmente agotadoras, la última de este septiembre lo fue. Y luego hay días, como este primero de octubre. Justo cuando se empieza a advertir cierta debilidad en el régimen, cuando parece que las quimioterapias comienzan a surtir efecto, el cáncer resiste. Por eso nunca hay que subestimarlo, mas saber que en los aferrados coletazos suele ser más destructivo.

Proponía yo no juzgar a Ricardo Anaya como opositor repatriado aún. Llegará o no ese momento. Pero sí como termómetro. Su regreso denota que los tiburones han olfateado debilidad en el centro. No es que no exista oposición sino que debe calibrar tiempos, tantear al monarca, saber cuándo morder al ostión. Anaya el calculador no habría regresado del exilio tras dos años para inmolarse gratuitamente. Vio hoyos en el barco. Lo mismo los gobernadores que amenazan con romper el pacto federal.

El cáncer resiste.

El mejor síntoma de ingobernabilidad es tener simultáneamente a la derecha y a las feministas en la calle, a los campesinos de la Sierra de Guerrero y los rancheros de Chihuahua enojados, a cientos de intelectuales firmando desplegados, a la comunidad artística y científica movilizada, a los padres de niños con cáncer y policías federales manifestándose, a Javier Sicilia enviando quintas cartas. Todos como termómetros de la ebullición. Si gobernar es administrar conflictos, ofrecer salidas, negociar entre grupos y sectores sociales, el centro está haciendo lo contrario: azuzar, exacerbar.

Pero los sueños de restauración son obstinados. La desesperación llama al régimen a apretar las tuercas. Y ahí es cuando más peligro corren nuestras instituciones. En la semana, la regencia de la Ciudad de México nos regresó unos siglos a un juicio sumario en plaza pública. Después vino la apropiación de los fideicomisos de cultura, artes, ciencia, deportes y medio ambiente, para sacrificarlos en el altar del nacionalismo revolucionario, que no se ha materializado aún, pero está latente. Y finalmente, la estocada de ayer: seis ministros de la Corte rendidos a la voluntad presidencial para someter la ley a consulta populista. Y a la misma hora, el pilón: la militarización de nuestros puertos.

Y es que los destructores siempre encontrarán aquellos dispuestos a colaborar, ya sea por cinismo o conveniencia, o por miedo o debilidad. Aun cuando un régimen increíblemente torpe pudiera destruirse solo, hay servidumbre voluntaria que le presta oxígeno. Pero aquellos hombres están perdidos, los agraviados no. La demagogia, decía, es fatigante. Tras esta semana usted ciertamente puede desconectarse por paz mental, no lo culpo. Pero sepa que otros decidirán por usted, pues lo único que necesita la tiranía para afianzarse, como dice una frase atribuida a Burke y Jefferson, es que las personas de buena conciencia permanezcan en silencio, un silencio que de cualquier manera traerá la posteridad. Para quienes ello no es admisible, queda tomar aliento y acopiar fuerzas, pues el tumor está haciendo metástasis.  

*Este artículo se publicó el 2 de octubre del 2020 en Etcétera: Liga