07.07.22

La credibilidad ya es premura

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Alito Moreno debe irse.

La permanencia de Alejandro Moreno ‘Alito’ al frente del PRI es insostenible. Lo es para el PRI, pero sobre todo para la Alianza opositora, que no está precisamente en condiciones de escatimar credibilidad. Todos los días nos enteramos de un nuevo escándalo de posible corrupción: propiedades, autos de lujo, patrimonios no declarados, y un puñado de grabaciones que sugieren que la extorsión a empresarios y la amenaza a periodistas han sido su modus operandi.

Todos sabemos que estas filtraciones son golpes del régimen obradorista, ya sea como represalia por no haberle prestado la bancada priista al presidente para su contrarreforma eléctrica, o como artimaña para dividir a la oposición. Buena parte de la campaña viene explícitamente de la gobernadora de Campeche Layda Sansores, su sucesora en ese estado, quien goza de una posición aventajada para hurgar en el armario. Ella misma presentó las fotografías de Alito en un Lamborghini amarillo que lo retratan como hampón. También ha difundido grabaciones obtenidas de forma ilegal mediante el espionaje político. De modo que se trata inequívocamente de una persecución oficialista a un opositor, lo cual es grave porque constituye un método autoritario de intimidación extrajudicial.

La permanencia de Alejandro Moreno ‘Alito’ al frente del PRI es insostenible.

La oposición debe denunciar la persecución oficialista contra Alito y abogar por que se le dé un trato justo, que se respeten sus derechos y se garantice su privacidad y su presunción de inocencia. De otro modo estaría consintiendo la persecución de cualquier otro opositor; pero eso no implica apoyar la permanencia de Alito al frente de uno de los partidos clave de la Alianza. La solución institucional –como han solicitado los propios expresidentes y exgobernadores del PRI– sería nombrar a otro personaje menos contaminado, pues las acusaciones seguirán, y en el tribunal de la opinión pública el daño crece y lo pagan el PRI y la Alianza.

La insistencia de Alito en permanecer al frente del PRI es explicable porque la Alianza le brinda protección mediante el apoyo de los partidos aliados, de modo que él mismo es uno de los más interesados en mantenerla unida. Pero cuando los escándalos no sólo son muchos sino verosímiles, el fantasma de la corrupción puede eclipsar la Alianza a los ojos del electorado. Recordemos que el mantra acusatorio del régimen obradorista en contra de los partidos de la transición es precisamente el de la corrupción. El obradorismo es igual o más corrupto y está nutrido de lo peor de esos partidos, pero de nada sirve confirmarle todos los días la imputación al régimen. Alito es esa corroboración cotidiana.

Es cierto que el régimen buscará perseguir y ensuciar a cualquier dirigente que lo sustituya. En ese sentido, algunos argumentan que es mejor mantener a Alito –que ya está quemado– hasta que termine su cargo en agosto del 2023, y entonces relevarlo con alguien más limpio para la recta final. Pero es más fácil defenderse de las persecuciones oficialistas que no tienen sustento que de las que sí lo tienen. Por eso es clave tener a los personajes más inatacables posibles, sin caer en purismos caprichosos e inexistentes. Con tan poco tiempo para la elección del 2024, la reputación es premura. Una sustitución oportuna de Alito –sin dejar de denunciar la persecución en contra de opositores– mandaría el mensaje de que la Alianza toma en serio el perfil de sus dirigentes, le quitaría al régimen argumentos y despejaría más dudas en el camino hacia el 2024.

*Este artículo se publicó el 7 de julio del 2022 en Etcétera: Liga