24.06.15

Elecciones en la esfera digital

Compartir:
Tamaño de texto

Uno de los miedos es que las campañas políticas y sus piezas publicitarias puedan confeccionarse a la medida y los deseos de cada individuo con tal precisión, que su decisión de voto no sea voluntaria.

A la sombra de nuestros tiempos, uno de los aspectos más siniestros de las últimas campañas electorales fue el uso irrestricto de nuevas tecnologías de la información con fines proselitistas. No pocos ciudadanos denunciaron haber recibido mensajes personalizados a sus celulares, correos electrónicos individualizados, avisos en sus cuentas de redes sociales y continuos e incómodos recordatorios en todo el ciberespacio.

Nadie esperaba lo contrario: los políticos han de emplear las herramientas más modernas para la consecución de sus preciados votos… pero ciertas prácticas no deben pasar inadvertidas; con el advenimiento de la revolución digital en México, es hora de discutir –como ya lo hacen otros países– algunos riesgos implícitos.

Los filósofos se preguntan si tanta precisión no terminará por volver irresistibles las ofertas, es decir, desmantelar el libre albedrío de los receptores.

Sabemos que los gigantes de Internet como Google y Facebook tienen algoritmos muy complejos que han cambiado el panorama de la publicidad. Sus plataformas contienen ciertas instrucciones que almacenan información de los usuarios, predicen comportamientos, hacen evaluaciones emocionales y analizan patrones de conducta,  de manera que la publicidad es cada vez más personalizada y dirigida. Ya no es novedad que los anuncios en Internet estén hechos casi a la medida. Detrás de piezas tan calibradas, se encuentra una poderosa maquinaria capaz de discernir.

Los filósofos se preguntan si tanta precisión no terminará por volver irresistibles las ofertas, es decir, desmantelar el libre albedrío de los receptores. ¿Qué pasa cuando una computadora empieza a aprender de ti: tus gustos, pasiones, ciclos emotivos, patrones de gasto y consumo, nivel educativo, preferencia sexual, afiliación religiosa, etcétera? ¿Qué tan fácil es resistir una tentación perfecta, colocada más allá de los mecanismos racionales de decisión? En el irrelevante mundo de las pizzas y la moda quizá no exista mayor peligro, pero imaginemos las mismas tecnologías empleadas en la arena política.

De hecho, la preocupación no es nueva. Nació con Barack Obama como candidato en  2008, cuya estrategia de campaña se basó por primera vez en el uso masivo de Internet y los nuevos medios. Obama construyó una página web interactiva, conectada a Facebook, Twitter, YouTube y otras redes sociales, con la cual fue construyendo diversas bases de datos –postales, telefónicas, comunitarias y de correo electrónico– que le permitieron una presencia activa en la vida de sus potenciales electores. Como sabemos, Obama arrasó en esas elecciones y, aunque fue difícil correlacionar su triunfo con el uso de Internet, no faltó quien levantara la ceja. A partir de ahí comenzó una seria discusión sobre los riesgos que el Internet supone –y más que nada supondrá– para el juego electoral, sobre todo en función de los algoritmos mencionados.

Uno de los miedos es que las campañas políticas y sus piezas publicitarias puedan confeccionarse a la medida y los deseos de cada individuo con tal precisión, que su decisión de voto no sea voluntaria, por así decirlo, sino instintiva… obediente de impulsos estimulados. No estamos ni remotamente cerca de un escenario así… por el momento sólo llegan mensajes al smartphone, llamadas y correos electrónicos (ya suficiente para suscitar nerviosismo)… pero, ¿qué pasará cuando los partidos políticos sepan de nuestras ambiciones laborales,  hábitos de lectura, deseos,  contactos, a qué nos dedicamos? ¿Podrán diseñar anuncios irresistibles?

La idea no está libre de críticas. Una obvia es que si todos los partidos políticos lanzaran mensajes personalizados a los electores, ¿qué diferencia habría entre partidos? Se anularían mutuamente: el elector, confundido entre piezas perfectas, votaría al azar por cualquiera… y su decisión permanecería impredecible. Sin embargo, esa refutación no resuelve el temor principal: el uso de la tecnología para manipular al elector, tanto más un problema cuanto que el voto debe ser voluntario y facultativo. Además, seguramente habrá partidos políticos con más recursos que otros, de modo que sus campañas serán más precisas y extensas.

No quiero pintar un panorama apocalíptico. Las tecnologías de la información probablemente beneficien a la democracia más de lo que la perjudiquen, pero tras las últimas elecciones y con lo anterior en mente, no está de más preguntarnos si realmente queremos que los partidos políticos mexicanos se metan en nuestra vida privada y cibernética, que acumulen bases de datos, contraten a empresas de monitoreo y empleen los algoritmos de los gigantes de Internet. Ya demostraron que tienen toda la intención y capacidad de hacerlo; con los avances tecnológicos, su músculo crecerá. Basta una sola hipótesis para asustarnos: imaginemos al Partido Verde con dichas herramienta

*Este artículo se publicó en Animal Político el 23 de junio del 2015: Liga