14.04.15

El victimismo Verde

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La estrategia del Verde está diseñada para hacer resonar los tímpanos de la desconfianza… y más puntual: de la desconfianza en las instituciones.

Unos 20 mil ciudadanos pidieron al INE, a través de la plataforma change.org, cancelar el registro del Partido Verde de cara a las próximas elecciones federales; ¿la razón? Continuas violaciones a la ley electoral. El Instituto, por supuesto, no otorgará a los ciudadanos lo que piden –y no tendría por qué: la ley no estipula que un partido pierda su registro por peticiones ciudadanas. Sin embargo, la moción es una clara muestra de voluntad cívica materializada en demanda; una petición ciudadana legítima hecha a una institución que en teoría los representa para que reflexione sobre su laxa atención.

En todo caso, la respuesta que el Partido Verde dio a la petición exhibe, además de cinismo, un trastorno exclusivo de nuestra cultura política: el victimismo oportunista. Un torrente impúdico de propaganda sentimentalista pretende conmover nuestros corazones ni más ni menos que así (ver banner): “Nos quieren cortar las alas –advierte el Verde con el ícono hueco del tucán– pero nosotros… seguiremos proponiendo.” ¡Ay… pobrecitos!

En México hacerse la víctima es una estrategia de extorsión.

Varias reflexiones: estoy convencido que en México hacerse la víctima funciona como estrategia de extorsión. La conducta es evidente a toda luz, tanto en el macrocosmos público, como en el microcosmos privado: desde el viene-viene que pone cara de sacrificio sumiso para robarte unas monedas en vez de rallarte el coche, hasta los “líderes sociales” que usan a los pobres para obtener prebendas a cambio de no destruir una institución. Lobos vestidos de ovejas.

Otra es el martirismo conspiratorio. Acaso viene de un catolicismo perverso y encuentra su máxima expresión en el mesianismo lopezobradorista. Nótese que desde 2006, la moda dicta vestirse de Prometeo, colgarse indumentaria de héroe humanista lapidado por el poder y exigir lo inexigible, incluso el descrédito de una institución ciudadana (por ejemplo, precisamente la que precedió al INE). “Nos quieren cortar las alas”, dice el partido Verde. ¡Hmmm!: ¿Quiénes? ¿Los ciudadanos? ¿No les parece una clara insinuación a una suerte de compló? Una mano oscura con tijeras desalmadas intenta cortarle las alas de la libertad a nuestro indefenso e inocente tucancito. Y éste –no obstante los interminables embates– seguirá trabajando por México hasta reivindicarse como un Gran Tucán.

Este tipo de propaganda funciona por dos razones: la primera, una seria nulidad de la justicia objetiva. Con frecuencia, la justicia en México se resuelve con el corazón, no con la razón. Esto permite que, con el uso tergiversado de símbolos y mitologías convenientes, los justos pasen por pecadores y viceversa. La justicia en México es melodrama; por eso siempre hay que desconfiar de los héroes, villanos, proezas y noches tristes de la historia oficial.

La otra razón –acaso un cliché, que no por eso falsa– es la desconfianza. En su tratado clásico El perfil del hombre y la cultura en México, el filósofo michoacano Samuel Ramos, escribió: “La nota del carácter mexicano que más resalta a primera vista es la desconfianza. Tal actitud es previa a todo contacto con los hombres y las cosas. Se presenta haya o no fundamento para tenerla. No es una desconfianza de principio […] Se trata de una desconfianza irracional que emana de lo más íntimo del ser. Es casi su sentido primordial de la vida. Aun cuando los hechos no lo justifiquen, no hay nada en el universo que el mexicano no vea y juzgue a través de su desconfianza. Es como una forma a priori de su sensibilidad.”

La estrategia del Verde está diseñada para hacer resonar los tímpanos de la desconfianza… y más puntual: de la desconfianza en las instituciones. Y es que, a fin de cuentas, en este laberinto de mentiras que es la esfera pública en México, no es fácil distinguir entre víctima y victimario. Más aún: quizá todos seamos ambos, de modo que se vuelve casi imposible saber la verdad. Afortunadamente la desconfianza es una espada de doble filo: ahí donde los poderosos –llámense políticos, empresarios, campesinos o viene-vienes– juegan a la víctima para sacar ventaja, ahí donde aparecen los falsos profetas, ahí es donde se vuelve práctico y necesario desconfiar.

*Este artículo se publicó el 12 de abril del 2015 en CNN: Liga