02.07.21

El mito de la honestidad

Fuente: Creative Commons
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López Obrador es corrupto.

Uno de los tres grandes mitos del obradorismo es la honestidad. Los otros dos son el respaldo mayoritario del Pueblo y que primero van los pobres. Por el bien de nuestra salud democrática, la crítica debe aspirar a seguir la evidencia y exhibirlos como mitos. En esta ocasión quisiera concentrarme en el mito de la honestidad.

Buena parte del mito descansa en un entendimiento simplista de la corrupción. Dice el periodista Cory Doctorow que la palabra ‘corrupción’ evoca imágenes de bolsas de dinero siendo intercambiadas en estacionamientos desiertos; pero existe una definición que va más allá: ‘corrupción’ es cuando algo malo sucede dispersando sus daños y concentrando sus ganancias. Es común suponer que sin la primera no existe la segunda y que la segunda no se entienda como corrupción.

En el interregno democrático nos acostumbramos a la evocación clásica: el tipo de corrupción peñanietista, donde rufianes insaciables se embolsaban carretadas de dinero para su enriquecimiento personal. Relojes, casas, coches, un sinfín de lujos. No es que ese tipo de corrupción no ocurriese antes –prácticamente todas las grandes fortunas del siglo XX se hicieron al amparo del Estado–, sólo se volvió la más escandalosa.

Buena parte del mito descansa en un entendimiento simplista de la corrupción.

El obradorismo señaló esa rapiña sistémica anclándose en la frugalidad personal de su líder, quien, además de no contar con una gran fortuna personal, vestía, tan ensayado como Fidel Velázquez, trajes modestos. Y eso le dio un salvoconducto para la forma más amplia de corrupción, un tipo de corrupción más cardenista, por así decirlo, que consiste en el uso y abuso de recursos públicos para instaurar un régimen autoritario y populista.

Es de una ingenuidad desconcertante tener al líder como un hombre honesto porque no le interesa el enriquecimiento personal. No sólo desdeña que es más peligrosa el ansia de poder, sino que las causas populistas son más costosas. Como dice Jan Werner Müller en su libro Qué es el populismo: “Que los liberales piensen que lo único que tienen que hacer para desacreditar a los populistas es exponer su corrupción es una esperanza infundada; también deben mostrar que para la gran mayoría la corrupción populista no rinde ningún beneficio, y que a largo plazo la falta de rendición de cuentas democrática, una burocracia disfuncional y el declive del Estado de Derecho perjudican al pueblo: a todos los que lo integran”.

Ese es el verdadero deber de los críticos: demostrar que el obradorismo ha sido corrupto porque ha sido autoritario y pernicioso, un régimen cuyos daños se generalizan a la vez que el poder se concentra. Eso es lo que revelan la cancelación del aeropuerto, el despilfarro en proyectos faraónicos, la destrucción de instituciones y programas sociales, la defenestración de la burocracia y del servicio profesional de carrera, el aumento generalizado de la pobreza, la anulación de la reforma educativa y energética, el desmantelamiento de la red de medicinas, las consultas populares, el alarmante crecimiento de adjudicaciones directas y los caprichos del béisbol. Encima, con toda la misma corrupción material en el círculo de allegados.

*Este artículo se publicó el 2 de julio del 2021 en Etcétera: Liga