28.10.22

Nuestra batalla moral

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La defensa del INE.

Llegó la hora de la verdad para la joven democracia mexicana; está aquí la madre de todas las batallas, lo que durante tantos años advertimos sucedería bajo un régimen con talante antidemocrático e iliberal como el obradorista.

Apenas si es necesario explicar por qué el ataque. Destruir la democracia es crucial para cualquier movimiento antidemocrático con aspiraciones hegemónicas que no puede darse el lujo de someter su ominosa forma de gobernar a la ratificación de las urnas. Como escribió Jan Werner Müller: el populista autoritario sólo necesita ganar una vez. Por eso al obradorismo le urge destruir o capturar al árbitro.

Está de más buscar en la idiosincrasia del movimiento –como hacen los comentaristas obtusos que desatendieron las advertencias y ahora se hacen los sorprendidos– razones muy particulares de esta invectiva contra el INE. Aducen que queda rencor tras el fraude imaginario del 2006. No. El líder ya desconocía resultados electorales desde 1988 y tomaba calles e instalaciones estratégicas desde principios de los noventa. Nunca ha reconocido una derrota. El ataque no es una venganza. El proyecto siempre fue antidemocrático.

Demostrémosle al poder de qué estamos hechos.

Por eso, debemos saber que no descansará. Intentará primero una reforma constitucional, como la que se discutirá estas semanas. La Comisión de Venecia del Consejo Europeo estudió la iniciativa y su conclusión es inequívoca: sería el fin de la democracia en México porque destruiría al INE al someter a sus consejeros a elección popular, dejándolos a merced de campañas políticas amañadas; y porque le daría sobrerrepresentación ilegítima al partido en el poder en perjuicio de las minorías políticas.

De modo que la oposición no tiene nada que discutir: sería la más perjudicada y tiene los números para rechazarla. Los ciudadanos debemos respaldar a los legisladores de oposición a la vez que presionarlos con la condición de no volver a votar por ellos –todos se juegan una reelección en 2024– si traicionan la encomienda.

Si eso no funciona, intentarán meter caballos de Troya en la renovación de los cuatro consejeros el próximo año, incluido el consejero presidente. Para ello también necesitan dos terceras partes del Congreso, así que los ciudadanos podemos ejercer el mismo marcaje personal con nuestros legisladores de oposición.

Desafortunadamente, el régimen no cesará ahí. Después intentará ahorcar al INE presupuestalmente y lo atiborrará con todo tipo de tareas burocráticas para abrumarlo y entorpecer su desempeño en las elecciones. Para ello le basta su mayoría absoluta en el Congreso. Pero ahí los ciudadanos, otra vez, podemos interceder, pues al final la etapa crucial de los comicios –la instalación de casillas y el conteo transparente de votos– lo hacemos nosotros. El INE podría llegar cojo, pero podemos salvaguardar lo fundamental.

En todos los casos, la batalla es ciudadana y en tres trincheras: contra el régimen obradorista, contra la oposición titubeante y contra la indolencia ciudadana. Ya construimos al árbitro una vez con menos herramientas, menos comunicación y frente a un régimen más artero. A todas las generaciones se les presenta una batalla moral. La defensa del INE frente al régimen obradorista es la nuestra. Demostrémosle al poder de qué estamos hechos.

*Este artículo se publicó el 28 de octubre del 2022: Liga