27.10.15

La ambivalencia actual

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Esta ambivalencia es la mejor señal de que la democracia le ha ganado terreno a las visiones holistas y paternalistas que, desde nuestra fundación, nos han engañado.

La RAE define ambivalencia  como “un estado de ánimo, transitorio o permanente, en el que coexisten dos emociones o sentimientos opuestos, como el amor y el odio.

Desde hace unos años –quizá desde la transición a la democracia– varios intérpretes de nuestra vida nacional, mexicanos y extranjeros, han advertido que nos aqueja una condición análoga, o sea, una suerte de ambivalencia.

Lo que distingue a la coyuntura actual es que no exige ningún sacrificio.

En nuestra epidermis –la capa previa al estado de ánimo, por así decirlo– la divergencia es obvia. La semana pasada, por ejemplo, el semanario británico, The Economist, publicó un artículo sobre nuestra enorme polaridad socioeconómica: entre el México que se parece a Alemania y el que se parece a África, el formal y el informal, el educado y el analfabeto, el productivo y el improductivo, el global y el aislado, etcétera. Extremos que incluso se manifiestan (aunque vagamente) en la geografía: Norte-Sur.

También es fácil, todavía en la corteza, notar la disparidad política: entre el México tolerante y el autoritario, el liberal y el nacional-revolucionario, el igualitario y el asimétrico, el horizontal y el vertical. Polos que se revelan en el diseño de nuestras instituciones y en la ¿resolución? de nuestros conflictos.

Más difícil de avizorar, yace la dimensión del tiempo: el contraste entre el México del futuro y el del pasado, entre el que anhela y el que añora, entre la modernidad y el oscurantismo, la civilización y la barbarie.

Y finalmente, se vislumbra el estado de ánimo actual, en donde –según el antropólogo Roger Bartra– el péndulo oscila entre la melancolía postmoderna, propia de las democracias capitalistas liberales, y la bonanza promisoria; entre un optimismo casi utópico y la desesperanza.

Lo interesante de la visión de Bartra, me parece, es que esta ambivalencia es la mejor señal de que la democracia le ha ganado terreno a las visiones holistas y paternalistas que, desde nuestra fundación, nos han engañado. México no se descompuso,como nos quieren hacer creer algunos nostálgicos. Más bien, desaparecieron ilusiones que escondían la descomposición fundacional, en especial las relativas a una supuesta voluntad homogénea o un discurso común; por ejemplo: el catolicismo virreinal o el nacionalismo revolucionario.

Cierto, la ambivalencia per se es uno de nuestros rasgos originales. Para usar un cliché: somos producto del choque de dos mundos. Además, nuestra historia es marcadamente dialéctica: un vaivén de tesis y antítesis. Sí… sin embargo, lo que distingue a la coyuntura actual es que no exige ningún sacrificio. Exhorta obligaciones cívicas como cualquier democracia, pero no la inmolación, como sí lo hicieron los regímenes anteriores. Hoy no sufrimos adoctrinamientos, por lo menos no sistemáticos u orquestados desde el Estado y la Iglesia; el arte y las expresiones folklóricas no están supeditadas a ningún dictado; no nos definimos con etiquetas ni credos; es más, ni siquiera estamos seguros de que exista una “identidad mexicana”, y mucho menos como la definieron los regímenes previos. Si bien asusta la violencia, hay suficiente evidencia para pensar que siempre ha estado ahí: no olvidemos, por ejemplo, que la Revolución costó más de un millón de vidas… en ese entonces casi 10 por ciento de la población; o que en Tierra Caliente llevan matándose varios siglos.

En ese contexto, es natural, diría Bartra, que nos sintamos desprotegidos. Lo mismo sucede cuando un adolescente transita de la seguridad pueril a la libertad. Así, si algo indica esta ambivalencia –uno de cuyos polos es la incertidumbre–, es que hemos perdido a nuestros padres (o a los que se autoproclamaron como tal) y que debemos asumir nuestro destino. Ése es el premio de la democracia: la libertad de elegir. ¿El costo? El desasosiego de la adultez.

*Este artículo se publicó en Animal Político el 3 de noviembre de 2015: Liga