22.01.21

Kung Fu y los dos virus

Fuente: Pixabay
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Un llamado a la salud y la fuerza.

A México lo amenazan dos virus de manera simultánea: el SARS-CoV-2 y el nacional-populismo obradorista. Y para enfrentarlos estamos a menudo solos, como individuos. Tal vez con apoyo de algunas instituciones, organizaciones de la sociedad civil, personas cercanas, familiares o amigos, pero esencialmente solos. Hasta los más ricos e influyentes mexicanos se han visto desamparados frente a uno u otro virus: desde quienes se quedan sin cama en las horas críticas de la enfermedad, hasta quienes pierden un negocio por decreto presidencial. Apelar al individualismo no exime en ningún sentido al gobierno de su responsabilidad, pero es un baño de realidad necesario. Seguir esperando que este gobierno enfrente al virus, por un lado, y defienda el orden constitucional, por el otro, es ingenuo. El individuo, como unidad básica de la sociedad, está amenazado en ambos frentes.

Eso obliga a una mirada introspectiva. Me llegó una primera epifanía en el terremoto del 2017, que me tocó en la colonia Guadalupe Inn, al sur de la CDMX. Yo vivía en la colonia Roma, de modo que, ante el colapso de la ciudad, tuve que caminar unas cuatro horas. Me di cuenta de mi propia ruina física –a los escasos 33–, pero sobre todo la de los demás. Mucho gordo oficinista hiperventilado que no podía caminar ni medio kilómetro. Pensé en la literatura apocalíptica gringa, estilo Cormac McCarthy o Kurt Vonnegut, y concluí que en un evento serio pocos capitalinos sobrevivirían. Hemos construido una sociedad de gordos sedentarios, dependientes de canales de distribución de comida chatarra. Y las cifras no dejan mentir. México es uno de los países más gordos del mundo, también entre niños. Lo habitual es la diabetes, las enfermedades cardiovasculares, la cirrosis y la fatiga. Los récords en atletismo y actividad física son lastimosos. Somos, pues, una sociedad débil.

Nada sirve mejor al régimen que un pueblo agotado, débil y consumido.

Esa debilidad se evidencia ahora que azotan los dos virus mencionados. Sobra decir por qué ese estado es indeseable frente al covid. Sencillamente se lleva a los más vulnerables. Y hay que aceptarlo: ello no implica concederle nada al gobierno criminal. Al contrario, admitir la responsabilidad individual es un paso fundamental para acopiar fuerzas. Lo dejó muy claro el Dr. Alejandro Macías –epidemiólogo–: si el gobierno no te va a salvar, lo mejor que puedes hacer, además de las habituales medidas de seguridad, es ponerte en forma: comer bien, bajar los roles de canela, tallar el músculo.

Tal vez la relación no es tan evidente frente al otro virus (a mí me parece que sí), pero el nacional-populismo es agotador, extenuante: se trata de un perpetuo y cotidiano blitzkrieg de bombardeos y destrucción, todos-los-días, como en el revolcadero de Acapulco, donde no te has repuesto de la primera ola y viene la siguiente. Hoy destruirán un órgano autónomo, mañana otros dos, se rescindirán quién sabe cuántos contratos, se emitirán 70 mentiras en la homilía mañanera, atacarán a este o aquel empresario, a esta o aquella organización civil, mandarán esta o aquella iniciativa jacobina al Congreso. Y faltan 4 años, si bien nos va. Pues bien, enfrentar eso requiere poco menos que aprender box y Kung Fu Shaolín. Porque nada sirve mejor al régimen que un pueblo agotado, débil y consumido. De ahí el revelador lapsus de que el otro virus les vino como anillo al dedo.

La alusión al Kung Fu Shaolín no es fortuita. El misticismo occidental (con la excepción helénica) nunca logró esa asociación entre las fuerzas física y espiritual que sí trazaron las tradiciones orientales. Los monjes chinos se dieron cuenta que para enfrentar las adversidades también había que estar fuertes – de los bíceps y el abdomen. La fuerza física es importante para defenderse de un ambiente inhóspito, así como para llegar a la cima del corazón. Y la verdad es que la sociedad mexicana sí posee su particular resistencia. Ha demostrado aguante en momentos aciagos, ha prescindido de sus mediocres gobiernos en crisis y desastres naturales, sabe enfrentar penurias y escasez (tal vez un poco demasiado, al grado de la complacencia). Pero le falta salud física, como demuestran todos los datos y como ahora exhiben ambos virus. Nos engañaríamos negando que nuestros niños están envenenados de Bimbo y Coca-Cola, que nuestras ciudades están llenas de gordos voluntarios, que nos hemos vuelto dependientes de un sistema que, a la hora señalada, no nos va a rescatar.

El llamado es opcional –como todos los llamados que atañen a la voluntad personal–, pero tengo para mí que este asalto bicéfalo es una clara convocatoria a la salud y a la fuerza.

*Este artículo se publicó el 22 de enero del 2021 en Etcétera: Liga