25.05.20

Entrevista a Julio Frenk: “El populismo es peligroso para la salud global”

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Una conversación con el ex secretario de Salud acerca de la respuesta de México ante el covid-19.

Julio Frenk Mora es uno de los más destacados médicos y especialistas en salud pública mexicanos. Como secretario de Salud entre 2000 y 2006, tuvo un papel central en la puesta en marcha del Seguro Popular. Como colaborador de la Organización Mundial de la Salud y de la Fundación Bill & Melinda Gates, entre otras organizaciones, conoce ampliamente los mecanismos que, mediante la cooperación internacional, permiten de forma cotidiana enfrentar retos de salud globales. El también miembro de El Colegio Nacional y actual rector de la Universidad de Miami evalúa, en esta conversación, la respuesta que México y el mundo han tenido frente al covid-19.

Has sido crítico con los gobiernos populistas frente a la pandemia, ¿cuáles han sido sus errores y por qué los adjudicas al populismo?

He dicho que el populismo es peligroso para la salud global. Uno encuentra un patrón en países donde hay regímenes populistas, donde consistentemente se ve cierta conducta que ha dado lugar a situaciones muy críticas. Italia, Turquía, Estados Unidos, México, Brasil: en todos ellos vemos al líder populista contradiciendo a los expertos y eso es parte de las características del populismo: es el menosprecio por los técnicos, porque generalmente consideran a los expertos parte de la élite.

Los populistas también tienden a no invertir, a debilitar la inversión en ciencia, porque la ciencia es, por naturaleza, una actividad que involucra el pensamiento independiente y crítico, algo que no les gusta. Por el contrario, sienten que tienen un contacto directo con el pueblo bueno, que saben más que los expertos o que los científicos. Y la realidad se impone cuando ya es muy tarde, cuando ya tienes una cantidad tal de casos y de infectados que el sistema de salud se ve abrumado.

También has sido crítico del régimen chino. ¿Se le puede responsabilizar de la pandemia? Y en dado caso, ¿cómo pedirle que rinda cuentas? ¿Cómo asegurar que esto no se repita?

De ninguna manera diría que China ni ningún país en particular es el responsable de una pandemia. Los que nos dedicamos a la salud global sabíamos que esto iba a ocurrir. La pregunta era cuándo y dónde. Pero absolutamente hay que evitar la estigmatización de un país en particular. La OMS fue muy cuidadosa al bautizar a la enfermedad como covid-19, porque había quienes querían llamarle el “coronavirus de China,” “la fiebre de Wuhan”, el propio Trump usó esa expresión. Hay que evitar la estigmatización. Hubiera sido lamentable que con la pandemia de 2009 del A-H1N1 de influenza porcina, por ejemplo, se le hubiera llamado influenza de México, creo que no nos hubiera gustado. Entonces, yo no responsabilizaría ni a China ni a ningún otro país. Estas son condiciones que tienen que ver con la interconexión de interdependencia y con la forma en que hemos abusado del ambiente todos, no un país en particular.

Habiendo dicho eso, sí es reprobable que al principio de la pandemia hubo un esfuerzo, sobre todo de las autoridades provinciales en China, de minimizar y de retrasar los reportes. Eso ya había ocurrido con el SARS en 2002, que también es un coronavirus. Y ahí sí el gobierno nacional chino –yo era secretario de Salud de México, lo vi muy de cerca– retrasó la notificación. Esta vez no fue tan grave como entonces, pero sí hubo intentos por acallar a algunos médicos que estaban hablando de esto.

También creo que hay que llamar a cuentas a los países que mantienen mercados sumamente congestionados de gente con animales vivos. Ya había sido un factor, se especula, con el SARS. Pasaron casi 20 años desde entonces y se pudieron haber tomado medidas para evitar esta coexistencia de animales y humanos que facilita que estos virus brinquen la barrera de las especies.

Has sido candidato a dirigir la OMS en dos ocasiones. ¿Cuál es tu opinión sobre el papel que ha jugado este organismo ante el covid-19? Donald Trump, por ejemplo, lo ha acusado de ser deficiente y partidario de China. ¿Qué opinas sobre esta acusación?

Tuve el honor de trabajar durante dos años como director ejecutivo ahí, cuando la directora general era la doctora Gro Harlem Brundtland, ex primera ministra de Noruega, una gran mujer y estadista. Toda mi carrera he tenido contacto con la OMS. No es una organización perfecta, tiene muchos defectos, pero es una organización indispensable; es el gran instrumento que tenemos para lidiar con este tipo de retos de alcance global que requieren de la acción multilateral y colectiva entre las naciones. Ningún país solo –no importa cuán rico o poderoso sea– puede lidiar con estos retos en aislamiento. La OMS tiene una historia verdaderamente ilustre, uno de los grandes logros de la cooperación entre seres humanos fue la erradicación de la viruela, que ha salvado millones y millones de vidas.

Conozco bien al director general actual, al doctor Tedros, un gran funcionario. De ninguna manera yo suscribiría la acusación de que ha sido parcial hacia China. Hizo una visita, elogió aspectos positivos, como la respuesta tan rápida, nuevamente no perfecta. Atacar en este momento a la OMS es un despropósito total, porque todos dependemos de ella. Por supuesto que se puede mejorar, pero este es el momento de reforzar el apoyo a las soluciones multilaterales ante un problema de esta magnitud.

Has comentado que el sistema de salud mexicano llegó debilitado a esta crisis. ¿A qué atribuyes esa debilidad?

El gobierno actual dedicó sus dos primeros años a debilitarlo. No creo que fuera su propósito, de ninguna manera, pero sí es el resultado objetivo. ¿Cómo lo han debilitado? México ha tenido un Sistema de Vigilancia Epidemiológica verdaderamente bueno, reconocido internacionalmente. Lo conozco bien, desde los años 80 cuando el secretario de salud era el doctor Guillermo Soberón. Se empezó a invertir, se mandó gente a prepararse en los mejores lugares del mundo. Toda esa gente regresó, se creó un Centro Nacional de Vigilancia Epidemiológica de clase mundial, con gente de primer nivel.

Entra este gobierno y lo primero que hace es un discurso que devalúa al servicio público. La insinuación constante de que todo el mundo que ha trabajado en el gobierno en el pasado es corrupto. En el caso de la Secretaría de Salud es francamente un insulto a los médicos, a los científicos, a las enfermeras, gente con vocación de servicio que no es corrupta. Ese ataque, las reducciones en los ingresos, la reducción de prestaciones, todo eso ha dado lugar a un éxodo de gente muy calificada, tanto en el Servicio de Vigilancia Epidemiológica como en los hospitales de alta especialidad, de los cuales ahora dependemos para poder tratar a todos estos pacientes muy graves. Todo ese discurso contrario al servicio público, de degradación, de recortes, empezó a debilitar al sistema.

Pero lo más grave fue el desmantelamiento del Seguro Popular. Era un mecanismo financiero que le había dado los mayores incrementos de presupuesto en la historia a la Secretaría de Salud. He llamado a ese desmantelamiento un suicidio presupuestal. Y en efecto, en los dos primeros presupuestos de este gobierno, el dinero en Salud no solamente no creció, sino se redujo en términos reales.

Agreguemos a ello un equipo nuevo que, con esta idea de que todo estaba mal, decidió cambiar los procedimientos para la compra de medicamentos y vacunas, con una enorme impericia gerencial, con gran inexperiencia, sin entender que comprar medicinas y vacunas no es comprar material de oficina. Centralizaron todo y se generaron desabastos.

Ahora, al lado del coronavirus resurgió el sarampión, porque no se está vacunando. Es un retroceso enorme. En México no se ha muerto ni un solo niño de sarampión desde 1995. Quitar, recortar con medidas malentendidas de austeridad, con el reclutamiento de gente que no entiende cómo se hacen esas compras de vacunas, sí que es peligroso. Y si hay una sola muerte por sarampión, este gobierno va a cargar sobre sus espaldas un retroceso de 25 años. Todo eso ha debilitado al sistema de salud y nos agarra en un momento muy malo para enfrentar una crisis de la magnitud de esta pandemia del covid-19.

Tú fuiste el creador del Seguro Popular, que el actual gobierno desmanteló a cambio del Insabi. ¿Qué desventajas tiene el Insabi y qué ventajas hubiera tenido el Seguro Popular en estos momentos?

El Seguro Popular era un mecanismo financiero que le dio los mayores incrementos en la historia al presupuesto de salud. El presupuesto de la Secretaría de Salud se multiplicó cuatro veces en términos reales, después de descontar la inflación. No hubo otra área que tuviera tanto crecimiento, y eso permitió contratar médicos, ampliar la infraestructura, fue un mecanismo financiero.

Entra este gobierno con esta visión ideológica de que todo lo de antes estaba mal, y se desmantela en una forma precipitada, sin ningún diagnóstico. El Programa Nacional de Salud es de una gran pobreza técnica: no tiene cifras. Entonces, se hace una legislación al vapor el año pasado y se lanza este nuevo Insabi: una recentralización absurda, los directivos de los hospitales sin entender bien, volviendo a cobrar cuotas de recuperación, sin transición gradual. Y estamos en ese caos de confusión cuando nos cae esta emergencia. Y además el gobierno empieza con una respuesta titubeante, errática, negando la importancia. Tenemos los ingredientes de una tormenta perfecta.

El Insabi es una contradicción total a lo que dijo el presidente en cuanto a que él quería que al final de su administración hubiera un sistema de salud parecido a los de los países escandinavos. En cambio, es un sistema parecido al sistema cubano, al sistema norcoreano, un retroceso a lo que había en México en los años setenta del siglo pasado. Con un instituto que tiene esas características, difícilmente vamos a responder a un reto de la magnitud del coronavirus.

A propósito, la nueva alianza anunciada por el gobierno mexicano entre hospitales públicos y privados –donde los privados pueden admitir a pacientes del IMSS, ISSSTE e Insabi– es algo que ya hacía el Seguro Popular a través de la subrogación de servicios a bajo costo. ¿Qué opinas de esta «restitución temporal» del Seguro Popular, por llamarla de alguna manera?

Fue como ver a Boris Johnson yendo al hospital porque le dio covid-19. Es una ironía, un ejemplo de cómo la arrogancia populista se revierte en contra. El presidente dijo que quería un sistema de salud como el de los países escandinavos, Canadá y el Reino Unido. Esos sistemas tienen todos los principios que tenía el Seguro Popular: una rectoría fuerte del gobierno, financiamiento preponderantemente público y prestación plural. Los ideólogos del actual régimen no han entendido que una cosa es la función de financiamiento y otra es la prestación, y han confundido eso.

El financiamiento debe ser público y así lo propuso el Seguro Popular, por eso logró los mayores incrementos en la historia del presupuesto público. Pero la prestación puede ser plural, puedes tener prestadores públicos o privados con tal que todos estén acreditados por la autoridad pública, con lo cual la rectoría del sistema también es pública. La autoridad certifica quién tiene los elementos para dar atención de alta calidad, seas un hospital público o seas un privado. Así son los sistemas que dijo el presidente, a los que quería que México se pareciera. No son sistemas de monopolio público como el cubano o el de Corea del Norte, sino sistemas donde hay financiamiento público con pluralidad, pero pluralidad estructurada, con reglas que pone el propio Estado. Es un modelo muy compatible con una visión progresista del sistema de salud.

Ahora la emergencia los está forzando a reconocer esa realidad entre los prestadores privados. Es proteger a la población y darle opciones. Estos ideólogos del gobierno no entendían estas distinciones, acusaban al Seguro Popular de ser privatizador, lo cual es una estupidez. El Seguro Popular logró el mayor incremento de financiamiento público. Y lo que define un sistema público o privado es el financiamiento, no la prestación. Nosotros logramos subir ese porcentaje. Antes del Seguro Popular, la mayoría del financiamiento era pago de bolsillo privado, después del Seguro Popular la mayoría del financiamiento era público. El Seguro Popular no era la solución última, yo siempre dije que era una reforma de medio camino. Pero este gobierno desaprovechó la oportunidad de llevarla a su siguiente paso. Hubiera podido ser un modelo tipo países escandinavos, Canadá y Gran Bretaña.

La pandemia nos ha forzado a hacer una reforma para adelante, no para atrás, no una contrarreforma –que es lo que el Insabi representa–, sino una reforma progresista, que nos acerque a lo que el presidente López Obrador quería. Tendrían que revocar la legislación que dio lugar a este Insabi, que no ha funcionado desde un principio, y que, justamente, el usar ahora hospitales privados, comprueba que no puede con el paquete, y en vez de regresar al modelo que pretende de los años setenta, poner al país hacia una dirección progresista, no una dirección reaccionaria.

A estas alturas de la pandemia, ¿cuál es el panorama para México?

La comunicación es una parte esencial de la estrategia. Como esta no ha sido ni clara, ni consistente, ni creíble, el gobierno ha perdido una herramienta fundamental. Y lo vemos, hay un vacío de información. La gente ya no sabe a quién creerle. El espectáculo de los líderes políticos contradiciendo al principio a los expertos técnicos sembró muchísima confusión. Los expertos hablando de las necesidades del distanciamiento, el presidente llamando a que la gente se abrace y vaya a las fondas; eso creó mucha confusión. Cuando ya finalmente se dieron cuenta de que el asunto sí era mucho más serio, el retraso ya era importante. México es de los países con menos pruebas por cada mil habitantes. No sabemos cuánta gente realmente esté infectada. No son muy creíbles los datos de mortalidad que se están dando. Algunos diagnósticos, algunas causas de muerte como la “neumonía atípica”, a veces son porque el paciente quizás se murió de covid-19 antes de que se hiciera la prueba, entonces no se registra como una muerte. Hay mucha confusión.

Va a venir este pico de contagio y ahora es el momento en que el gobierno tiene que retomar su credibilidad hablando con claridad, con la verdad, basando las afirmaciones en evidencias derivadas de la investigación científica y abandonando este discurso divisivo que tanto ha lastimado a México y ha hecho la respuesta poco efectiva. Es el momento de unificar al país, es el momento de recuperar la credibilidad en la comunicación. Si se hace eso y se logra convocar a la gente para que todo mundo observe las medidas de distanciamiento social, creo que todavía tenemos un chance de aplanar esa curva de demanda y que los hospitales no se vean abrumados. Pero ya no hay tiempo que perder, se requiere de una acción muy enérgica, aumentar los presupuestos, trabajar con todos, con el sector privado, con los grupos de empresarios, y no nada más en salud. Satanizar a las empresas cuando viene una restricción que va a requerir del concurso de esas empresas para preservar el empleo, para mantener las fuentes de ingresos de las familias, es una mala forma de gobernar.

Esta es una segunda y creo que última oportunidad para el gobierno de enderezar el camino y gobernar como se debe gobernar una democracia: convocando, unificando, siendo transparente y creíble, sometiéndose a la rendición de cuentas. Este es el momento de dar un golpe de timón.

*Esta entrevista se publicó el 23 de abril en Letras Libres: Liga