04.11.22

El mejor disfraz

Compartir:
Tamaño de texto

El rey del cash.

Muy verosímil retrato del embaucador que nos gobierna se aventó la insider Elena Chávez con El Rey del Cash. Un testimonio desde las cloacas acerca de cómo se montó una de las más grandes mentiras jamás contadas en un país de mentirosos. Resulta que el Licenciado nos roba. No roba para sí como nos robaron los rufianes de Atlacomulco. Nos ha robado durante décadas para hacer historia. Para robarnos se disfraza de pobre. Y no nos roba él, nos roba mediante una recua de súbditos y sinvergüenzas.

La fortaleza del libro de Chávez es precisamente lo que los propagandistas a sueldo del régimen le regatean: que es un testimonio. Si estuviera lleno de bitácoras, pies de página, tablas de Excel y datos soporíferos nadie en este país de TVyNotas lo leería; pasaría desapercibido y el régimen estaría muy contento. El testimonio tiene toda la textura de una telenovela –a mi juicio bien contada– que tanto le gusta al pueblo bueno.

Además de atractivo, el testimonio es verosímil porque desde luego que está respaldado con pruebas. No las reúne todas el libro –de nuevo, no es su tirada–, pero las hemos conocido y atestiguado a lo largo de los años, proporcionadas por el propio régimen. Ahí está la videoteca entera estelarizada por Bejarano, Pío, Cadena, Delfina, Esquer, Ímaz, etc., que da cuenta de un modus operandi para mover billete con eficacia narcomenudista.

El disfraz del Licenciado es irresistible para un país que admira y romantiza la pobreza.

El libro no sólo nos invita a cotejar la extracción de rentas, la aceitada clientelar y las generosas aportaciones “voluntarias” del pueblo para el movimiento transformador, sino también a comprobar personalidades, formas, dinámicas, estéticas. Por ejemplo, ya nadie duda cómo el Licenciado desprecia y maltrata a sus perritos falderos y lacayos como César Yáñez y demás especímenes degradados y ruines, dispuestos literalmente a limpiarle la caspa de los hombros y bolearle los zapatos a cambio de un poco de poder, dinero e impunidad. El retrato de la No-Primera también es milimétrico y hace que a uno le cuadre perfectamente su apodo. El libro da cuenta del uso de mujeres sumisas, de las traiciones, de las peleas intestinas, del narcisismo, de la estupidez. Todo muy acorde a lo que hemos visto.

El disfraz del Licenciado es irresistible para un país que admira y romantiza la pobreza, y que desprecia la riqueza. Ya se había intentado muchas veces: está documentado cómo Fidel Velázquez tenía múltiples ejemplares del mismo traje en su clóset para aparentar que sólo tenía uno. Asimismo, el régimen de la Revolución disfrazó a Benito Juárez de hombre humilde cuando, como he demostrado antes, era multimillonario. Lo enigmático –aunque patético– es por qué no se entiende que la corrupción es lo de menos y lo importante es la eficacia del disfraz para acceder al poder y ejercerlo sin escrúpulos. Lo advertía Octavio Paz: “En nuestra escala de valores el poder está antes que la riqueza”. Los mexicanos le temen al rico, no al poderoso. Y así es como el pueblo cae rendido.

*Este artículo se publicó el 4 de noviembre del 2022 en Etcétera: Liga