20.11.20

El enorme poder de los militares

ZSU-23-4 self-propelled anti-aircraft gun. (Courtesy of Soviet Military Power, 1984, Photo No. 52, Page 54, right)
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¿Sigue vigente el pacto posrevolucionario?

La cuestión central del caso Cienfuegos, la que más concierne a los ciudadanos, es el poder de los militares. No importa cómo se haya logrado la repatriación, cualquiera la causa –un fiasco de la DEA, un enredo burocrático en EEUU, una concesión de Trump, una amenaza del gobierno mexicano–, el hecho incontrovertible es que se logró impedir el juicio de un general: exhibición inusitada de poder per se.  

El poder de los militares es obvio por añadidura – tienen los rifles. Pero el caso Cienfuegos, aunado a lo ocurrido en este y los dos sexenios previos, exige suspicacia. Una duda de cajón, por ejemplo, sería bajo qué tipo de presión estuvo el presidente mexicano en todo el affaire: cuáles fueron las amenazas, cuáles los peligros, cuáles las posibles consecuencias. No es lo mismo una solicitud de apoyo, a un amago de ingobernabilidad. La pregunta ulterior sería: ¿quién manda? O si se quiere más mesura: ¿quién tiene más poder real – leverage como se dice en inglés?

Asumimos que los civiles, porque así fue el pacto posrevolucionario: el poder militar supeditado al civil en un intercambio de beneficios mutuos, pero con una clara preponderancia del civil. Tal vez porque así le convenía a ambos: a los militares para ejercer un poder subrepticio transexenalmente, y a los civiles para tener un brazo armado a sus órdenes y mantener la paz. Pero nunca estuvo en duda la ecuación. Hasta hoy, donde si bien sigue siendo claro el intercambio de beneficios mutuos –incluso más que nunca–, ya no lo es tanto quién es el fiel de la balanza. Y no sugiero lo contrario: que ahora el poder civil esté supeditado al militar, pero sí que acaso se haya terminado su clara preponderancia.

Asumimos que mandan los civiles porque así fue el pacto posrevolucionario.

Semejante reconfiguración ayudaría a explicar muchas cosas, de este y los dos sexenios previos, como adelanté. Sé que me arriesgo a una falacia post hoc, pero la especulación siempre es brújula. ¿Por qué, por ejemplo, no hemos podido regular la creciente militarización de la seguridad pública desde el poder civil? ¿Por qué ninguna autoridad civil sabe exactamente qué ocurre dentro de las Fuerzas Armadas? ¿Por qué ni López Obrador ni Peña Nieto pudieron, o quisieron, regresar a los militares a sus cuarteles, como habían prometido? ¿Por qué tienen cada vez más poderes metaconstitucionales? ¿A qué fuerzas obedece la nueva omnipresencia militar: aduanas, puertos, infraestructura, aeropuertos, sucursales bancarias?

Desde luego que todo eso puede tener otras explicaciones. Y tampoco implica que así lo hayan querido o exigido los militares. Incluso se podría suponer lo contrario: que así lo han querido o permitido los civiles. Pero da exactamente lo mismo, si el resultado final ha sido una reconfiguración de poder, donde los civiles han perdido paulatinamente preponderancia. La nueva pregunta entonces sería: ¿Existe algún contrapeso real a los militares, o ya son, como ahora le llamamos a Cienfuegos, intocables? Y de ser así, ¿la tendencia es aún reversible, o ya es demasiado tarde? Y más que nada: ¿qué significa esto para las libertades democráticas?  

*Este artículo se publicó el 20 de noviembre del 2020 en Etcétera: Liga