05.05.13

Cómo el Internet podría salvar la educación en México

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En la última década se realizaron dos proyectos en Internet que podrían salvar la educación en México.

Sobra decir que el Internet ya transformó a la educación (y a la civilización) global; pero estos dos proyectos son ejemplos concretos que se podrían traducir en políticas públicas, sobre todo en México.

El primero lo ideó y ejecutó el célebre Sugata Mitra, profesor de tecnología educacional de la Universidad de Newcastle, Inglaterra. Se llamó ‘Hoyo en la Pared’ (Hole in the Wall) y consistió en instalar un pequeño quiosco con una computadora conectada a Internet en Kalkaji, India, un pueblo inmerso en la miseria, y dejar que los niños se acercaran y la usaran con libertad. El experimento pretendía demostrar la teoría del Profesor Mitra llamada ‘Educación Mínimamente Invasiva’ (Minimally Invasive Education), que postula que los niños se auto-enseñan computación e Internet sin necesidad de un maestro o educación previa. Así solitos.

Estos proyectos eliminan a los intermediarios.

El experimento tuvo un enorme éxito y ahora es una gran iniciativa global financiada por la International Finance Corporation y promovida en toda la India y demás países de Asia. Logró demostrar, con certeza científica, que los niños –independientemente de quiénes sean o de dónde vengan– se auto-enseñan a usar el Internet y la computadora aun sin saber inglés o la simbología del teclado.

Además de la autodidaxia básica, se demostró que después de un determinado tiempo los niños: a) aprenden suficiente inglés para usar e-mail, chat y motores de búsqueda; b) en pocos meses aprenden a navegar el Internet buscando respuestas a sus propias preguntas; c) mejoran operaciones aritméticas y lingüísticas por sí mismos; d) formulan sus propias opiniones y detectan esfuerzos de adoctrinamiento; e) consiguen el mismo puntaje en exámenes que alumnos que sí fueron a la escuela.

La razón que adjudican al éxito del ‘Hoyo en la Pared’ es que, semejante a las teorías de María Montessori, los niños aprenden por voluntad propia más que por imposición autoritaria: a su propio ritmo, sus propios temas de interés, con sus propios códigos, etc.; pero sobre todo sin intermediarios (regresaré a este punto más adelante).

El segundo proyecto se llama edX, una plataforma de ‘cursos masivos abiertos en línea’ (massive open online courses) iniciado por el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y la Universidad de Harvard, al que ya se adscribieron Berkeley, la Universidad de Texas, Rice, Georgetown y Stanford entre muchas otras.

Se trata de ofrecer gratis a todo el mundo, a través de Internet, cursos universitarios de una gran gama de disciplinas –los mismos cursos que enseñan esas prestigiadas universidades en sus campus. Las universidades no sólo diseñan y avalan los cursos, sino que los acreditan, es decir, otorgan un título por ellos (aunque aún no del mismo valor que el presencial).

edX se inaugurará este verano. Su software de código-abierto se esparcirá por todo el planeta, a 24 zonas horarias, y traducirá a las principales lenguas. No sólo ofrecerá contenidos multimedia didácticos, sino la posibilidad de interactuar, convivir en redes sociales, asistir a conferencias, someterse a evaluaciones, participar en discusiones, etc. Todo gratis para quien sea, en donde sea, a la hora que sea (de hecho, ése es el slogan).

En realidad edX ya fue probado. ‘Circuitos Eléctricos’, un curso piloto que lanzó el MIT para edX hace unos años, atrajo a 120 mil alumnos –la tercera parte de la UNAM. Y no sólo obtuvieron el mismo puntaje en los exámenes, sino que aprendieron el material en 75 por ciento del tiempo que los alumnos presenciales.

Nathan Harden, de la revista American Interest escribió un controversial artículo hace unas semanas titulado ‘El fin de la universidad como la conocemos’, donde vaticina que, gracias a edX, para el 2050 la mitad de las universidades en Estados Unidos habrán desaparecido.

Ahora, ¿por qué estos proyectos podrían salvar la educación en México?

Porque ambos proyectos –Hoyo en la Pared y edX– tienen virtudes que son justamente la vuelta de campana a los problemas más intrínsecos de nuestro sistema educativo. Para ser precisos y en primer lugar, porque no requieren de intermediarios –que a mi juicio son el problema principal de la educación en México. Estos proyectos no requieren de vastas burocracias, ni sindicatos, ni programas magisteriales; no requieren de colectivismos, ni posturas ideológicas, ni maestros iletrados. Eliminan de una vez por todas el ruido que hay entre las fuente de conocimiento y los destinatarios. Son esfuerzos por conectar el conocimiento con el receptor, eliminando las impurezas.

Segundo, que la pobreza no es un impedimento. No se requiere de una inversión exagerada. El Estado sólo tendría que garantizar la conectividad –lo cual ya está dentro de la nueva Ley de Telecomunicaciones– y la provisión de computadoras personales. Habría que comisionar un órgano evaluador y regulador, pero la injerencia del Estado podría ser mínima. Así, se pueden incluir niños en los lugares más pobres y recónditos del país a los que el Estado no llega pero la tecnología sí.

Desde luego es una utopía que requeriría de mucho tiempo. Surgen preguntas importantes de difícil solución. Por ejemplo, ¿cómo sustituir la convivencia social y el juego que los niños realizan en una escuela? ¿Cómo enseñar a ingenieros y doctores actividades que sólo pueden aprender practicando en un laboratorio? ¿Cómo emplear al millón de maestros que se quedarían sin trabajo? O sencillamente, ¿cómo garantizar la conectividad? Infinidad de detalles que no puedo discutir en este espacio.

Sin embargo debemos estar abiertos al mundo y al cambio tecnológico que solito, sin ponerle trabas, haría su papel transformador. Según la International Telecommunications Union, México tiene 42 millones de Internautas –doceavo lugar en el mundo. Es el quinto país con mayor número de usuarios de Facebook y el séptimo con mayor número de usuarios de Twitter. No es difícil imaginar que en dos o tres décadas se hayan eliminado las impurezas de nuestro sistema educativo –los intermediarios– y un joven chiapaneco estudie mecatrónica en el MIT gratis o un niño de la sierra sepa usar programas de diseño automotriz. Lo único que lo puede impedir somos nosotros cerrándonos al mundo o, como es tradición nacional, tardándonos mucho. Estos proyectos desinhiben la voluntad individual –la más sana e infalible educación. No los desperdiciemos.

*Este artículo se publicó el 25 de mayo del 2013 en ADNPolítico: Liga